domingo, diciembre 23, 2007

Rossi: Manual del distraído

Alejandro Rossi ganó el premio Xavier Villaurrutia por su libro Edén. Albricias.
Rossi es un escritor mexicano cuya obra literaria, sin duda, merece ser reconocida (con su trabajo filosófico no me meto porque no lo conozco, pero no me sorprendería que fuera de buena calidad e inusual para lo que se acostumbra en el medio nacional). A ver si a los del premio Juan Rulfo (¿aún se llama así?) de la FIL de Guadalajara se les ocurre entregárselo pronto, no vaya a ser que les pase como con Elizondo que se murió sin que los miembros de los jurados se dieran cuenta.
Edén no me pareció el mejor libro de Rossi. Aunque su inicio es bueno, creo que a la historia le hace falta crítica y sorna. Pero ¿sería factible que un niño-adolescente hiciera más murmuraciones malhumoradas sobre la familia, la sexualidad o la idiosincrasia latinoamericana? Como sea, eventualmente tendré que darle una segunda oportunidad: me levanto de mi silla en este momento para ir al estudio y guardar Edén en el cajón del librero destinado a los textos para relectura.

Si tuviera que escoger sólo un libro por el cual reconocer a Rossi, elegiría el Manual del distraído: una extraordinaria recopilación de ensayos literarios publicados originalmente en Vuelta.

El Manual me gusta mucho por su tono y ritmo, con los que Rossi hace una ostentosa demostración de su solvencia con el manejo de “el estilo”. La mayor parte de los textos tienen como pretexto un evento de la vida cotidiana; minucias en las que cualquiera de ustedes difícilmente se detendría a reflexionar, pero que bajo la mirada de Rossi se vuelven materia de atento taxonomista.

La lectura bárbara es uno de los ensayos que me entusiasman y deslumbran. El sonido agradable de las palabras bien acomodadas, la critica cáustica y las imágenes que hablan e invitan a la sonrisa -características todas del Manual- se conjugan gratamente aquí. El primer párrafo es una síntesis de cómo la forma no sólo sirve para decir “fondo”, sino que canta y encanta:

“Leer mal un texto es la cosa más fácil del mundo; la condición indispensable es
no ser analfabeto. Una vez superada esta etapa, más cívica que intelectual, las
posibilidades que se ofrecen para desmantelar, tergiversar e interpretar
erróneamente una frase, una página, un ensayo o un libro son, no diré infinitas,
pero sí numerosísimas. No pretendo ni agotarlas ni clasificarlas, tareas
destinadas a eruditos pacíficos o a hombres seguramente geniales. Me conformo
con enumerar algunas variedades exponiéndolas no por su rareza sino por su
recurrencia. Nada de cisnes negros o tréboles extraños; más bien perros
callejeros que trotan en grupo”.


En fin, si hoy tuviera que sugerirle la lectura de un libro a alguien que no me lo preguntara, le propondría el Manual del distraído.

sábado, diciembre 22, 2007

Stevenson: una especie de amistad reconocida por la policía


Nací 84 años después de la muerte de Stevenson; sin embargo, lo que escribe en sus ensayos y cuentos se refiere con frecuencia a asuntos que me ocupan con alguna cotidianeidad. La manera de plantear sus temas e intentar solucionarlos, o bien, la de presentar escenarios con arreglos diversos no sólo es amena, sino ingeniosa. Entretenida y curiosa por decir lo menos.

En esta ocasión comparto algunas proferencias sobre el matrimonio tomadas de “Virginibus puerisque”. Tal como lo exige el canon del buen ensayo literario, tienen la cualidad del aforismo per se. Juzguen ustedes.


“El matrimonio es aterrador, pero tan aterradora es una vejez fría y solitaria. Las amistades con otros hombres son agradables en alto grado, pero muy inseguras.

“El matrimonio es, ciertamente, un peligroso remedio; nuestra felicidad se basa ya, no en dos o en tres, sino en una sola vida.

“Pero el matrimonio, si bien es verdad que es bastante cómodo, no es, en modo alguno, heroico. Pues en verdad merma y apaga el espíritu de los hombres generosos. En el matrimonio, el hombre se hace flojo y egoísta, y sufre una adiposa degeneración de su ser moral.

“Veinte años atrás este hombre habría sido igualmente capaz de crimen que de heroísmo; hoy es incapaz de lo uno y de lo otro. Su alma está dormida, y podéis hablar sin bajar la voz: no hay miedo de que despierte.

“Algunas de las mujeres más femeninas y de mejor humor son viejas solteronas.

“Un marido oye, después de casado, que un pobre diablo se muere de amor por su mujer. ‘Qué lástima –exclama-; a mí me hubiera sido tan fácil encontrar otra’.

“Sospecho que el amor es una pasión demasiado violenta para poder ser, en la mayoría de los casos, un buen sentimiento doméstico.

“Casi está uno tentado a insinuar que, después de todo, no importa mucho con quien nos casemos; que, realmente, el matrimonio es una afección subjetiva y que, si ya lo hemos discutido suficientemente con nosotros mismos y nos hemos hecho el ánimo a él, podemos 'apechugar' con cualquiera.

“...el matrimonio en su nivel más bajo, aún cuando le consideremos no más de una especie de amistad reconocida por la policía...

“El matrimonio se parece a la vida en esto: es un campo de batalla y no un lecho de rosas.”