sábado, abril 03, 2010

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Más o menos desde marzo de 2009, todas las noches sueño lo mismo. Cuando digo lo mismo, no exagero ni hago reducciones: las escenas son exactas en su secuencia, duración y colorido.

A mí, que estoy más cerca de la narcolepsia que del insomnio, cientos de noches de soñar lo mismo provocaron que pierda el gusto por dormir: se necesita un mínimo de novedad hasta para entregarse al descanso, y es que el problema no es que me agobie un mal sueño, una pesadilla angustiosa de la que despierte con los ojos desorbitados y el corazón a punta de salírseme; no. Es más bien un sueño insulso con una anécdota muy simple: en cuanto caigo dormido me veo ante el espejo del botiquín, saco la lengua, me lavo los dientes, me ducho, me visto, desayuno, voy a la oficina, regreso a mi casa, ceno, me siento a leer, luego escribo, me acuesto y en ese instante despierto a este mundo con una espantosa sensación de fastidio que me dura todo el puto día.

Expuse mi problema a especialistas. Quiero decir que he gastado en inútiles consejos una buena suma, pero mi problema sigue igual. Creo que tendré que encariñarme con mi sueño, tal y como lo he hecho con mi vida.