martes, febrero 24, 2009

Gran Torino

No pisé una sala de cine durante un par de meses. En cada una de esas poco más de ocho semanas alcancé a leer comentarios sobre estrenos de al menos una película que, en otra situación, habría ido a ver. No hablo de grandes filmes, pero sí de una agradable dosis del cine que más o menos me interesa. El primer domingo por la noche en el que tuve tiempo para ir no hubo ningún estreno que llamara mi atención. La cartelera de la Cineteca parecía específicamente programada para ahuyentar hasta a los más empáticos con el “circuito cultural”. Las opciones eran películas estrenadas semanas antes y que ya sólo estaban en una o dos salas de los “complejos comerciales”: Slumdog Millionaire y Gran Torino; Danny Boyle contra Clint Eastwood.

En otro momento habría elegido el filme del primero sin dudar. Aunque creo que he visto más películas que me han gustado de Eastwood (Bird, Unforgiven y Mystic River, por ejemplo), tres películas de Boyle habrían pesado sustantivamente para decidirme por él: Shallow Grave, Trainspotting y 28 Days Later. No fue así en esta ocasión: la referencia hindú me dio flojerita, el reconocimiento ampuloso me hizo desconfiar y me decanté por la referencia sobria de Eastwood. No fue mala elección.

Calificaría a Gran Torino como una película mediana entre las buenas. Si tuviera que darle una puntuación en una escala del uno al diez, le otorgaría un 7.5, aunque estaría tentado a darle el ocho. Me gustó la escena de contraste entre la pandilla mexicana (¿latina, mejor dicho?) y la china (¿asiática, mejor dicho?); los primeros tienen autos americanos viejos descuidados y revolvers, los segundo autos japoneses casi último modelo y ametralladoras. También me gustó la constante referencia a la ascendencia y orígenes diversos de los habitantes de Estados Unidos: polacos, italianos, irlandeses, afroamericanos, mexicanos, chinos; a pesar de que hay un desplazamiento espacial entre ellos, las posiciones sociales se conservan (los primeros sobre los segundos, naturalmente). Me pregunto si Eastwood actúa o siempre es así; sin duda, su papel natural es el del personaje malhumorado y quejumbroso, casi siempre violento. El final fue inesperado para mí, algo que aprecio; sin embargo, me pareció inconsistente con otros elementos proporcionados en la película (la fuerte cohesión social del grupo étnico sudasiático y el temor de los testigos a represalias por parte de la pandilla, entre otros). En fin, verifiqué que las películas de Eastwood son garantía de algo más que una buena historia narrada eficazmente.

miércoles, febrero 04, 2009

La verdadera infelicidad real


Un mundo falso que se presenta como verdadero e imita a la vida real de tal manera que suplanta lo real por su opuesto sustituyendo, por ejemplo, la verdadera infelicidad real por ficciones de alegría.

Lefebvre