sábado, diciembre 30, 2006

(Highlighting) Bartleby y compañía



"...una gorda horrible, lo más semejante a una campesina de Transilvania.

"...la soledad es para adolescentes cursis y temblorosos, no sé si lo sabías. La soledad es un tópico.

"Me dijo que estudiaba derecho porque filosofía era una carrera sólo para niñas y monjas.

"66) He trabajado bien, puedo estar contento de lo hecho. Dejo la pluma, porque anochece. Ensueños del crepúsculo. Mi mujer y mis hijos están en la habitación contigua, llenos de vida. Tengo salud y dinero suficiente. ¡Dios mío, que infeliz soy! ¿Pero qué estoy diciendo? No soy infeliz, no he dejado la pluma, no tengo mujer, no tengo hijos, ni habitación contigua, no tengo dinero suficiente, no anochece".
Enrique Vila-Matas,
Bartleby y compañía

miércoles, noviembre 22, 2006

Sontag: ensayo y ficción

El ensayo y la ficción son modos diferentes de pensar y de escribir. Al menos una de las diferencias es que en el ensayo se escribe con una voz única. Ni siquera es necesario que sea la voz propia, es una construcción, la voz de un alter ego en primera persona, aún cuando esa primera persona no aparezca nunca. En la ficción, en cambio, el escritor imposta la voz. Incluso en una novela escrita en primera persona aparece otra voz, aparecen muchas voces. La ficción es un horizonte mucho más amplio, donde también puedo incluir elementos del ensayo.

Susan Sontag

Entrevista con Graciela Speranza, públicada en Cuaderno Salmón, Año II, núm. 5

viernes, octubre 06, 2006

Salud (dinero y amor)

Insospechadamente, quienes salen al quite en este aciago octubre son Los Rodríguez. Otro regalito dejado en esta inOportuna computadora del trabajo. * Creo que lo tiene, sería natural considerando su buen gusto y los surtidores ricos que ha gozado a lo largo de su vida, pero si algún Cedé quise hacerle llegar este 2 de octubre fue Sin Documentos. * Como sea, mi Rock perdido, dejo a su consideración esta rola

Salud (dinero y amor)

Brindo por las mujeres que derrochan simpatía
Brindo por los que vuelven con las luces de otro día
Brindo porque recuerdo tu cuerpo y olvidé tu cara
Brindo por lo que tuve porque ya no tengo nada

Brindo por lo que tuve porque ya no tengo nada

Brindo por el momento en que tú y yo nos conocimos
Y por los corazones que se han roto en el camino
Brindo por el recuerdo y también por el olvido
Brindo porque está noche un amigo paga el vino

Brindo porque está noche un amigo paga el vino

Porque la vida es dura por el fin de la amargura
Brindo porque me olvido los motivos porque brindo
Brindo con lo que sea que caiga hoy en el vaso
Brindo por la victoria, por el empate y por el fracaso

Brindo por la victoria, por el empate y por el fracaso

Brindo por seguir queriéndote toda la vida
Casi está lleno el vaso con la sangre de otra herida
Brindo con emoción, pero también brindo con frialdad
Que la salud no falte a toda la humanidad

Que la salud no falte a toda la humanidad

Desde un rincón del mundo brindo contigo
Caiga quien caiga brindo sobre la luz de una vela
Toda la noche brindo y que la mañana venga
No es un momento triste ya que vengo con amigos
Brindo con el futuro con la noche de testigo

Brindo con el futuro con la noche de testigo

Si alguna vez no brindo siquiera por tonterías
Brindaré con silencio por la fortuna perdida
Brindaré muy en serio por una vez en la vida
Brindo hasta la cirrosis por la vacuna del sida

Brindo hasta la cirrosis por la vacuna del sida

Desde un rincón del mundo brindo contigo
Salud!

lunes, septiembre 18, 2006

Veo una y otra vez nuestras fotos. Las reviso exhaustivamente. La conclusión más obvia es que si en el transcurso de los últimos años fui muy feliz, ese momento fue cuando vivíamos juntos en el departamento de Ana. También estaba contento cuando yo seguía viviendo ahí y ella aún era mi pareja. Sin duda también hay afecto en el espacio de su departamento, cuando volvimos a vivir juntos. De verás: ¿qué pasó?
*

Después de todo ¿quién puede culparla? ¿A quién le gusta estar con un tipo pusilánime, como yo?

viernes, septiembre 15, 2006

Todo me la recuerda. Cualquier lugar es pretexto para evocarla y acordarme de que tal o cual cosa le gustaría. Coyoacán es horrible en esa medida, estoy seguro que le fascinaría vivir por aquí. Lo mismo pasa con toda mi música, cualquier canción es pretexto para recordarla. Por si fuera poco, mis hábitos alimenticios son suyos; no puedo ir al súper y escoger algo sin que su imagen aparezca (lo más difícil es pasar por la parte donde está la comida y objetos para perros, la suma de recuerdos es dolorsísima).
(Desde la primera noche duermo con dos almohadas, una de ellas es la que ella utilizaba en nuestra cama, la otra es con la que yo dividía nuestros espacios. La primera conserva la misma funda que acogió su cabeza durante las últimas semanas, el contacto y el olor son indisociables; no quiero lavarla aunque está sucia).
No debería, pero me sorprendo ansioso revisando compulsivamente mis cuentas de correo electrónico y su blog para ver si escribió algo. Me da pena que compañeros de trabajo se dan cuenta la frecuencia con la que abro mis cuentas personales. Es desagradable darme cuenta que no puedo evitar cada 30-20-15 minutos entrar a internet sólo para verificar que no le interesa saber más de mí, que prefiere no escribir(me) nada. Nada.
La palabra que describe mi situación es apego a una fantasía, a una situación y sensación que realmente apenas existió. ¿Dónde están todos esos momentos desagradables e incómodos?

miércoles, septiembre 13, 2006

‘Ríos y ríos de lágrimas forman ríos y ríos de amor’ me dijo mientras me besaba la frente y luego me dijo adiós. Ríos de sueños que yo sé muy bien que nunca se harán realidad fluyendo en mis venas y mi soledad conmigo para siempre estará. Si un segundo a tu lado la vida, yo viví un millón de veces mas. Y no me arrepiento de haberte querido, pero sí de no haberte olvidado mientras pude. Ahora el sol ha dorado mi cara, ahora el sol brillará mucho más. Tan sólo me quedan recuerdos de tu alma y tal vez...

Deliberada, pero sobre todo involuntariamente, hay canciones o grupos que relaciono con alguien; las asociaciones más significativas son con ex parejas, pero también ocurren con lugares y trayectos.
Digo que suceden sin que yo lo decida porque en más de una ocasión el tipo de música no es el que más me agrada y en otras es incluso de un tipo que definitivamente me irrita.

I don’t believe that anybody feels the way I do about you now… I say, maybe, youre gonna be the one that size me and after all youre my wonderwall.

A r., por ejemplo, la asocio con Jarabe de Palo y con La Flaca (o algo así), y no precisamente por la referencia obvia a su peso; a c. con los Cadillacs y en específico con Ríos de Lágrimas; a P. con Radiohead y en especial con No Surprises, pero también con otras rolas de Ok Computer como Paranoid Android, Exit Music (For a Film) y Karma Police. Estas últimas canciones, curiosamente, las escuché por primera ocasión con atención en el cassette “surtido rico” que le regaló un pretendiente, quien luego fue noviecito de una ex pareja mía. También Oasis la evoca. Las canciones de un disco de ellos, en particular, me hacen asociarla a su vez con las tardes de Cosoleacaque, algunas calles de la "manuchaoesca" Minatitlán y un café tan olvidable como caluroso de ese lugar. A Zurdok lo escucho ineludiblemente viendo sus movimientos de manos y cara, los melosos sonidos vocales de Chetes (juro que él mismo dice que algo así se llama) evocan sus gestos alternativamente agradables-desagradables. A Eres de Café Tacvba la asocio con los días que pasamos en Yurécuaro mientras yo hacía trabajo de campo para mi tesis en La Ribera; en particular me acuerdo de las comidas en un pequeño café-restaurante y breves paseos nocturnos por la plaza del lugar. Algo similar debería pasar con los White Stripes y PJ Harvey, pero sorprendentemente no es así.
¡Ah!, también hay grupos que ineludiblemente asocio con ella y con situaciones muy desagradables; son grupos que aunque me gustan, prefiero no escuchar: es el caso de los Rolling Stones y en particular Black Horses (¿así se llama o es Wild Horses?). Discos, como otros pequeños gustos que me echó a perder.

Siempre me encuentro dando vueltas tan rápido, cuando en realidad permanezco estático. Nunca en mi vida pensé encontrar un momento de serenidad, tú me diste algo más. Con este ruido no puedo hablar, se confunde con la realidad, si es que existe de verdad. Pero si acaba pronto, todo volverá a empezar... porque al final: volver a empezar-volver a empezar.

Por todo esto es curioso haber encontrado en la computadora del trabajo algunas de las canciones que más me la recuerdan. Justo cuando me ha pedido no saber más de ella, cuando estamos más lejos y sin embargo tal vez somos –geográficamente- lo más cercano que tenemos.
Sí, en esa computadora inOportuna están Wonderwall de Oasis, Eres de Café Tacuva y Estático de Zurdok.

Vuelvo al sur como se vuelve siempre al amor / vuelvo a vos con mi deseo, con mi temor / llevo al sur como un destino del corazón / soy del sur como los aires del bandoneón. / Sueño el sur: inmensa luna, cielo al revés. / Busco el sur, el cielo abierto y su después. / Quiero al sur: su buena gente, su dignidad. / Siento el sur como tu cuerpo en la intimidad. / Te quiero sur / te quiero sur / te quiero sur.

(Lugares. Pixies con hotel encerrado y central camionera de Torreón; El Gusanito con Cherán; White Stripes con Saltillo-Monterrey; Eurolounge con Villahermosa-Cosoleacaque; Vuelvo al Sur de Gotan Project con Xalapa).

lunes, septiembre 11, 2006

Intenso y homogéneo dolor de hombros

Intenso y homogéneo dolor de hombros. Así es como recordaré al paso del tiempo estos primeros días en la Ciudad de México. El recuerdo será equivalente a un malestar que se extiende al cuello y a la espalda alta, que no deja de incomodar con el paso de las semanas.
Es un dolor conocido. Es el mismo que una vez sentí en el estómago y en las piernas cuando estuve angustiado, tanto en mi infancia como en mi adolescencia; es el que con el tiempo se trasladó al cuello y, alternativamente, a un hombro. Es un dolor que asocio con un comentario hecho por Rafael –que a su vez a mí me relató Rocío-: las mochilas que cargo y a las que introduzco pesos fatigosos son una suerte de penitencia inconscientemente autoimpuesta. Así duele, así desagrada.

jueves, septiembre 07, 2006

Me duele el deterioro de los objetos, de las cosas que usaba cuando estábamos juntos. En especial de las que le agradaban. Me molesta y entristece que se estropeen ahora que ya no hay posibilidad de sustituirlos por otros nuevos, que ya no podemos barnizarlos con (nuestro) afecto.
Pasó hace meses cuando quebré con un movimiento torpe uno de los cuatro vasos feos de rayas amarillas que compramos en Gigante; sucede ahora que una camisa vieja de cuadros rojos se desgarra al lavarla en una lavadora torpe.

martes, septiembre 05, 2006

Apenas ayer prendí la lap. Me parece que fue mucho tiempo sin usarla, la recordaba lejana e impersonal; sin embargo, lo primero que hice al encenderla –automáticamente- fue buscar los vídeos y fotos de Cc. y P.

viernes, septiembre 01, 2006

9:15 am. Vi de nuevo a la mamá de Valentina. Luce distinta: hoy camina acompasada, conversando con y sonriendo a su acompañante, el hombre casi calvo. Además, van tomados de la mano. Ayer, ella caminaba delante de él, iba con brazos cruzados, en silencio y rígida. Aún así me gusta.
También vi a Jorge Chabat, el columnista de El Universal. Desaliñado, desaliñadísimo. Como distraído.
Pasan frente al lugar donde desayuno.
Hora de la comida. Volví a encontrarme a Chabat en la tarde. Caminaba igual de desaliñado, pero además llevaba un vaso enorme desechable con logotipo de McDonalds.
Desazón.

jueves, agosto 31, 2006

9:10 am. Vi a la mamá de Valentina. Pasó por afuera del lugar donde desayuno. Camina malencarada y parece malhumorada. Viste una linda gabardina. Me gusta. P no me deja ir, hay evocaciones suyas por todos lados.
Su acompañante, por cierto, es medio calvo; luce elegante. Camina unos pasos detrás de ella, no se hablan. O, más bien, su indiferencia habla por ellos.
En la noche. En Coyoacán, cerca del departamentito hay un tipo que parece CSG, sólo que más alto y delgado. Lleva un perro negro, fuerte y alto que impresiona.

jueves, julio 20, 2006

Joao Guimaraes Rosa

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Lento, administrado, con sabiduría de martillo y clavo
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martes, junio 06, 2006

Idiomática

"Todo lo que corre y vuela

a la cazuela"

viernes, mayo 05, 2006

sábado, abril 22, 2006

Los lectores, la moda y la cultura

Los lectores, la moda y la cultura
Esther Tusquets
BABELIA - 22-04-2006

A nivel individual y a nivel de un país, la moda es inversamente proporcional a la cultura: cuanto mayor es la base cultural, menor es la fuerza de la moda, que se vuelve avasalladora si dicha base es ínfima.
Esta regla rige en todos los campos, y se detecta de forma muy evidente en el lenguaje, donde las palabras comodín y los giros de nuevo cuño invaden de inmediato el habla de las personas poco preparadas, o de los más jóvenes, y casi no afectan a la gente culta; o en el vestir, donde son también los muy jóvenes y menos educados los que se apuntan a ciegas en lo que les dicen que se va a llevar aquella temporada, por disparatado que sea y aunque personalmente no les favorezca en absoluto.
¿Qué ocurre en el ámbito de la lectura? Creo que en este ámbito las consecuencias del desmesurado predominio de la moda son funestas. Me informan amigos editores de que las ventas de los títulos de éxito, de los best sellers, se han duplicado, mientras que las ventas de los otros títulos van camino de reducirse a la mitad. O sea que, como norma general, de los títulos de los que se vendían 300.000 (que no deben de rebasar los diez por año) se pasa fácilmente a los 600.000, y de aquellos de los que se vendían de 2.000 a 5.000 (el grueso de la edición) no se alcanzan a menudo los 1.000 y cuesta llegar a los 3.000. Estas cifras pueden no ser exactas, pero la tendencia es incuestionable. En España no se venden más libros, en España se venden más best sellers. Unos pocos títulos (algunos excelentes, otros regulares, la mayor parte "mediáticos") se convierten en objetos obligados de consumo: todo el mundo los debe tener, todo el mundo los debe haber leído. La mayoría de gente lee "lo que toca" y "cuando toca". Si comentas que estás leyendo un clásico, te consideran pedante o excéntrica; si dices estar leyendo un libro publicado hace cuatro o cinco años, les admira que sufras tamaño retraso en tus lecturas.
Creo que las mujeres de la burguesía de los años cuarenta -mi madre, mis tías, las amigas de mi madre y de mis tías- no sólo eran mejores lectoras, sino que (a pesar de que también consumían los best sellers, menos "mediáticos" y algunos excelentes, de su época: Lo que el viento se llevó, Rebeca, Sinuhé el egipcio) elegían mejor sus restantes lecturas: se recomendaban títulos unas a otras; si un libro les gustaba, seguían con los del mismo autor, la misma colección, el mismo género, porque, como en el caso de las cerezas, un libro trae siempre a otro. Y me parece que ese orden de lectura es para mí el mejor.
Se lee "lo que toca" y "cuando toca". Se lamenta en una entrevista reciente Javier Marías: "Los libros tienen cada vez menos vida... Antes cabía la posibilidad de que un libro fuera ganando sus lectores, tuviera un crecimiento paulatino a lo largo de una cantidad de tiempo apreciable, mientras que ahora da la impresión de que no... Hay ese afán de la gente de leer lo que todo el mundo lee a la vez, de leerlo en el momento en que toca leerlo, que es el momento de su publicación. En las últimas apariciones de mis libros he tenido una sensación que me resulta de lo más incómoda. Cuando yo todavía estoy haciendo la promoción del libro, que lleva entre un mes y dos, cuando ya termino y me paro y como quien dice levanto la cabeza para ver qué ocurre con ese libro, me encuentro con que ya ha pasado".
Oigo y leo constantemente que la gente no compra más libros, no lee más, por culpa de la televisión, de Internet. Antes decían que la culpa era del cine. Obviamente al ser humano le gusta que le cuenten historias; es más, creo que se trata de una de las necesidades inherentes a la especie. Se contaban primero sólo de palabra, luego sólo de palabra y por escrito. Con el cine y la televisión surge la posibilidad de que nos las cuenten utilizando también imágenes. Es magnífico. Quizá compitan, quizá resten tiempo a la lectura, y eso ¿qué importa? El cine ha dado ya multitud de obras maestras, y las sigue dando (creo que no he leído ninguna novela estos últimos meses que sea tan bella y toque cuestiones que me tocan de tan cerca como Saraband, el último Bergman, ni que narre una historia de amor tan conmovedora como Million Dolar Baby, de Clint Eastwood). Y sólo censuro a ese medio extraordinario, a ese invento fabuloso, que es la televisión, que haya dado todavía tan pocas, y que la calidad media sea abominable.
No, los enemigos reales de los buenos libros no son el cine, ni la televisión, ni los nuevos medios de contar historias: son los best sellers de poca o nula calidad, apoyados por premios literarios y promociones millonarias (o, y eso me parece alentador y positivo, elegidos a veces espontáneamente por el público), son ese horror de libros que llamamos "mediáticos". Es, en definitiva, el predominio absoluto de la moda sobre la cultura.

viernes, abril 14, 2006

Estilo.

Postergarlo todo, ese es mi estilo.

sábado, abril 01, 2006

Suplicio de los cien cortes

Estas imágenes fueron publicadas en parte por Carpeaux. Carpeaux afirma haber sido testigo del suplicio el 10 de abril de 1905. El 25 de marzo el "Cheng-Pao" publicó (bajo el reinado de Koang- Su) el siguiente decreto imperial. "Los Príncipes Mongoles exigen que el llamado Fu-Tchu-Li, culpable de homicidio en la persona del Príncipe Ao-Han-Wan, sea quemado vivo, pero el Emperador, considerando demasiado cruel este suplicio, condena a Fu-Tchu-Li a la muerte lenta por el Leng-Tché (cercenamiento en pedazos). ¡Así sea!" Este suplicio data de la dinastía Manchú (1644-1911).










El supliciado es un hombre bellísimo. En su rostro se refleja un delirio misterioso y exquisito. Su mirada justifica una hipótesis inquietante: la de que ese torturado sea una mujer. Si la fotografía no estuviera retocada a la altura del sexo, si las heridas que aparecen en el pecho de ese individuo fueran debidas a la ablación cruenta de los senos no cabría duda de ello. Ese hombre parece estar absorto por un goce supremo, como el de la contemplación de un dios pánico. Las sensaciones forman en torno a él un círculo que siempre, donde termina, empieza, por eso hay un punto en el que el dolor y el placer se confunden. No cabe duda de que la civilización china es una civilización exclusivamente técnica. De esta imagen se puede deducir toda la historia. Se trata de un símbolo, un símbolo más apasionante que cualquiera otro. Cada vez que lo miro siento el estremecimiento de todos los instintos mesiánicos. Sólo puede torturar quien ha resistido la tortura.
Hipótesis inquietante:
el supliciado eres tú.

jueves, marzo 30, 2006

Elizondo, en memoria.



Pon atención. Trataré de contártelo todo; sin omitir un sólo detalle. Las gentes no aguardaban con anticipación. Iban llegando poco a poco cuando la ceremonia ya había empezado. Pero él estaba allí. No sé desde cuándo; el hecho es que él ya estaba allí; como si siempre hubiera estado allí. No se percata uno a ciencia cierta de lo que pasa. De pronto surge de entre los curiosos con las manos atadas a la espalda. Todo en él, todo lo que lo rodea, está tenso, como si fuera a romperse la realidad de un momento a otro, pero él no tropieza, camina con dificultad, pero no tropieza. La estaca ya está fija en el suelo desde antes. Quizá la han puesto allí desde el día anterior. Los mecanismos materiales de la justicia, son pudiéramos decir, imperceptibles. ¿Quién construye los cadalsos? ¿Quién templa la hoja de esas cuchillas? ¿Quién cuida de que el mecanismo de la guillotina funciones con toda perfección? ¿Quién aceita los goznes del garrote? La identidad de los verdugos es inasible como el mérito de sus funciones. Es difícil relatar estas cosas porque son cosas que pasan sin que nos demos cuenta cabal de cómo pasan. De pronto ese cuerpo se cubre de sangre sin que hayamos podido darnos cuenta del instante preciso en que los verdugos le hacen el primer tajo. La fascinación de esa experiencia es total; esto sí es innegable. Cuando terminó el suplicio estábamos empapados. No nos dábamos cuenta de que estaba lloviendo. De pronto, ya estaba él allí, pero nosotros no lo mirábamos a él, mirábamos las cuchillas que los verdugos blandían orgullosos, que los verdugos blandían con esa sabiduría y con esa destreza que da el hábito manual. Las cuchillas en manos de otros hombres serían manipuladas torpemente, con precaución, tratando de evitar el contacto de las hojas, huyendo de su filo hiriente al menor contacto. Es posible que el supliciado no se dé cuenta cabal de lo que está sucediendo. Así pasan las cosas. Uno mira de frente y sin embargo, cuándo súbitamente brotan los goterones de sangre de la herida, no sabríamos decir en qué momento se produjo el tajo. Las cosas pasaban así. Desde el primer momento en que se ve la sangre escurriendo lentamente a lo largo de las comisuras de su cuerpo, cebreando lentamente la piel lampiña, distendida, arrollándose en tenues hilos de púrpura que gravitan formando estrías hacia el sexo del santo que en esas condiciones se vuelve la única parte invulnerable de su cuerpo, y luego esa sangre se acumula en el pubis hasta que rezumando cae sobre el pavimento y queda tal como era unos instantes, luego se vuelve negra como carbón. Pero eso no es lo más inquietante. El Dignatario, el que aparece en la fotografía contemplando apaciblemente la escena desde atrás, al lado derecho, se adelanta hacia el hombre e introduciendo las puntas de los dedos entre las comisuras de los primeros tajos que han hecho los verdugos, apresa el borde inferior de la herida y tira hacia abajo, primero del lado izquierdo y luego del lado derecho. Es curioso ver cuán resistente es la carne de nuestro cuerpo; es preciso ver la magnitud del esfuerzo que desarrolla el Dignatario antes de poner al descubierto las costillas del hombre, para comprender cuál es exactamente la capacidad y la resistencia de la carne. El supliciado nunca grita. Los sentidos quizá se vuelven sordos a tanto dolor. El Dignatario se aleja y se coloca en el lugar en el que aparece en la fotografía. Desde allí ordena a los demás verdugos, mientras se enjuga las manos manchadas de sangre, que procedan al descuartizamiento. Cuatro de ellos ejercen una función pasiva aplicando la tensión de las ligaduras, mediante palancas y tórculos improvisados, en los puntos en los que la distensión de los tejidos, de los tegumentos, de las masas musculares, faciliten los tajos de las cuchillas. La tarea de estos hombres, que en la jerga de los verdugos se llama el Hsiao Kuung o pequeño trabajo, no carece ni remotamente, de una gran importancia. La perfección del Leng-Tche depende casi siempre de la correcta aplicación de las tensiones. No es de extrañar por ello que existieran en China, en la época de la dinastía Ch´ing, funcionarios imperiales dedicados exclusivamente a recorrer todos los confines del Reino para reclutar a los mejores Hsiao Kuung de ren, hombres del pequeño trabajo, como se les llamaba. La práctica inmemorial de la acupuntura que ha sabido diferenciar especialmente cada una de las partes de nuestro cuerpo seguramente contribuía, mediante la perfecta localización de los “meridianos”, a dar a estos hombres un conocimiento cabal de los puntos y los grados de resistencia de sus miembros. Mira la fotografía. Analiza sus actitudes. El del extremo izquierdo de la foto mantiene el brazo en alto ejerciendo, con un esfuerzo mínimo, una simple presión o torsión digital en alguna de las ligaduras o torniquetes situados a espaldas del paciente. Esta ligadura, aquí invisible, seguramente se sustenta en la estaca misma como punto de apoyo para producir una presión que aproxima y mantiene rígidos los brazos en torno a la estaca. Se ve de inmediato que ese hombre tiene la sabiduría de su oficio. La eficiencia absoluta de sus actos se retrata en la mirada serena dirigida hacia las manipulaciones del verdugo que aparece del lado izquierdo de la fotografía, en primer término de espaldas a nosotros. Una ligerísima torsión aplicada por sus dedos a una ligadura situada a la altura de la espalda del sujeto propicia o facilita en alto grado el desmembramiento de sus piernas a la altura de la rodilla. Hay otro verdugo situado a la izquierda del anterior –hacia la derecha en la fotografía- cuyo rostro no nos es posible ver. Es visible, sin embargo, un rasgo distintivo de su personalidad. Este hombre sostiene una estaca que por su posición, por su inclinación característica, es seguro que cumple la función de ejercer la fuerza mayor de todas cuantas se utilizan en esta operación. Se trata pues de un torniquete de grandes dimensiones. Esto no sería de mayor importancia si no fuera por el hecho de que la mano derecha el verdugo que maneja este torniquete no se crispa en torno a esta palanca como las proporciones y el peso probable de ella lo harían suponer, dada, sobre todo, la gran fuerza que ha de ejercer, sino que por el contrario se posa, tal parece, delicadamente sobre el madero, en una posición semejante a como se toma el arco de un violín, plegando delicadamente, además, el dedo meñique hacia adentro y manteniéndolo sin tocar la palanca. Ese gesto indica, qué duda cabe de ello, que si bien la mano izquierda de este verdugo sirve para mantener el torniquete a la altura requerída, pues así lo demuestra el gesto firme con que la mano retiene la estaca desde abajo, la mano derecha sirve para producir levísimas modificaciones, aumentos apenas perceptibles, disminuciones infinitesimales, relajamiento instantáneos y localizados de la presión general aplicada al cuerpo del enfermo, modulaciones que sirven para frenar hasta su posibilidad más exasperante ese desmembramiento implacable, modulaciones como las que el arco produce sobre las cuerdas en la cadenza que precede y hace retroceder la coda de un trozo musical. Hay otro verdugo detrás del supliciado. Apenas son visibles su mano derecha y su frente. Seguramente cumple una función similar a la del verdugo del extremo izquierdo de la fotografía. Como el otro, no tiene sino que hacer aumentar y disminuir la presión de un torniquete hecho de cáñamo. Atrás, a espaldas del supliciado, es posible ver parte del rostro y el borde de la gorra de un verdugo que ocupa una posición absolutamente simétrica a la del verdugo que manipula el torniquete de cáñamo e inmediatamente en seguida vemos a otro verdugo, con el pelo cortado a la usanza de los manchús, que al igual que el del extremo izquierdo de la fotografía ejerce presión a la espalda del condenado al mismo tiempo que sigue con gran atención las manipulaciones de los otros dos que en primer término, en la fotografía, ejecutan lo que es el desmembramiento propiamente dicho. Estos se encuentran ambos de espaldas a la cámara. Cada uno de ellos trabaja sobre una de las piernas del paciente, desmembrándolas en las coyunturas de la rodilla mediante sus sierras. Es indudable que proceden de la misma manera con los brazos si no es que lo han hecho ya. Esto es de suponerse porque habiendo empezado por amputar las manos y luego los antebrazos a la altura del codo, se requeriría una gran tensión de las ligaduras sobre los muñones del brazo para que en ellos se sustente todo el peso del cuerpo, lo que así justifica la función del verdugo que opera el gran torniquete. Es preciso tomar en cuenta la simetría de esta imagen. La colocación absolutamente racional, geométrica, de todos los verdugos. Aunque la identidad del verdugo situado a espaldas del supliciado no puede ser precisada, su existencia es indudable. Fíjate en las diferentes actitudes de los espectadores. Es un hecho curioso que en toda esta escena sólo el supliciado mira hacia arriba, todos los demás, los verdugos y los curiosos miran hacia abajo. Hay un hombre, el penúltimo hacia el extremo derecho de la fotografía que mira al frente. Su mirada esta llena de terror. Nota también la actitud de ese hombre situado en el centro de la fotografía entre le verdugo Manchú y el Dignatario; trata de seguir todas las etapas del procedimiento y para ello tiene necesidad de inclinarse sobre el hombro del espectador que está a la derecha. El supliciado es un hombre bellísimo. En su rostro se refleja un delirio misterioso y exquisito. Su mirada justifica una hipótesis inquietante: la de que ese torturado sea una mujer. Si la fotografía no estuviera retocada a la altura del sexo, si las heridas que aparecen en el pecho de ese individuo fueran debidas a la ablación cruenta de los senos no cabría duda de ello. Ese hombre parece estar absorto por un goce supremo, como el de la contemplación de un dios pánico. Las sensaciones forman en torno a él un círculo que siempre, donde termina, empieza, por eso hay un punto en el que el dolor y el placer se confunden. No cabe duda de que la civilización china es una civilización exclusivamente técnica. De esta imagen se puede deducir toda la historia. Se trata de un símbolo, un símbolo más apasionante que cualquiera otro. Cada vez que lo miro siento el estremecimiento de todos los instintos mesiánicos. Sólo puede torturar quien ha resistido la tortura. Hipótesis inquietante: el supliciado eres tú. El rostro de este ser se vuelve luminoso, irradia una luz ajena a la fotografía. En esta imagen yace oculta la clave que nos libra de la condenación eterna. Es preciso estudiar ese diagrama, ese dodecaedro cuyas cúspides son las manos y las axilas de todos los hombres que se afanan en torno al condenado. Ese hombre, visto en la penumbra, el hombre que se apoya sobre el hombro de su vecino para poder seguir con la mirada cada una de las fases del trabajo de los verdugos, ese hombre parece no creer lo que está viendo. Los chinos nos son ajenos. Es imposible entenderse con ellos…
Conocemos su hipótesis, Doctor Farabeuf; una hipótesis que podríamos llamar, stricto sensu, escatológica. Afirma usted, maestro, que el rostro, que ese rostro que usted fotografío, es el rostro de un hombre en el instante mismo de su muerte. Afirma usted, por otra parte, en su interesantísimo trabajo -acerca de la fisiología del supliciado que, por lo general en estos casos, debido a la concatenación del terror psíquico con el paroxismo de las sensaciones se produce una súbita secreción de adrenalina, la que actúa sobre ciertas células nerviosas…Determina por el cambio repentino de polaridades una levísima vibración de la capa superficial del tejido conjuntivo… “una descarga…”-así la llama usted- o no… Por lo que se refiere al desangramiento su descripción no carece de lirismo… “ello se traduce en una manifestación característica de la fisiología de los órganos masculinos…asímismo de la mujer… en el mismo caso”, dice usted. ¿A donde nos lleva todo esto? Se trata de un hombre que ha sido emasculado previamente. Es una mujer. Eres tú. Tú. Ese rostro contiene todos los rostros. Ese rostro es el mío. Nos hemos equivocado radicalmente, maestro. Nos engañan las sensaciones. Somos víctimas de un mal entendido que rebasa los límites de nuestro conocimiento. Hemos confundido una tarjeta postal con un espejo. Es preciso saber quién tomó esa fotografía.La fotografía no representa sino una parte mínima del horror.


"-¿Ve usted? Esa mujer no puede estar del todo equivocada. Su inquietud, maestro, proviene del hecho de que aquellos hombres realizaban un acto semejante a los que usted realiza en los sótanos de la Escuela cuando sus alumnos se han marchado y usted se queda a solas con todos los cadáveres de hombres y mujeres. Sólo que ellos aplicaban el filo a la carne sin método. En ello descubrió usted una pasión más intensa que la de la simple investigación, y es por eso que valido de su uniforme azul y sus polainas blancas, abriéndose paso a codazos y a empellones se colocó usted frente al "hecho" para crear en medio de él un espacio de horror después de haber colocado pacientemente su enorme aparato fotográfico. (…)Todas aquellas filosísimas navajas y aquellos artilugios, investidos de una crueldad necesaria a la función a la que estaban destinados, adquirían una belleza dorada, como orfebrerías barrocas brillando en un ámbito de terciopelo negro, fastuosos como los joyeles de un príncipe oriental que se sirviera de ellos para provocar sensaciones voluptuosas en los cuerpos de sus concubinas, o para provocar torturas inefables en la carne anónima y tensa de un supliciado. (…)La mirada todo lo invadiría con una sensación de amor extremo, con el paroxismo de un dolor que está colocado justo en el punto en que la tortura se vuelve un placer exquisito y en que la muerte no es sino una figuración precaria del orgasmo. (…)No pensaste jamás que ese espejo eran mis ojos, que esa puerta que el viento abate era mi corazón, latiendo, puesto al desnudo por la habilidad de un cirujano que llega en la noche a ejercitar su destreza en la carroña ansiosa de nuestros cuerpos. "


Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

domingo, marzo 19, 2006

La Otra Campaña

Imágenes tomadas en la Plaza de Armas de Guadalajara.






martes, febrero 14, 2006

Ética repúblicana

No es que Monsiváis me caiga muy bien o forme parte de mi santoral. Por oposición, prefiero a Paz et.al. y estoy de acuerdo en que tiende a escribir más ocurrencias y puntadas que ideas.
Sin embargo, por contraste, lo que leyó cuando le dieron el Premio Nacional de Artes y Ciencias me parece mucho más razonable que lo que intenta criticar el hombre con faldas más reconocido en el occidente de México (sí, Juan Sandoval Iñiguez).
Entre otros desatinos, da risa escuchar al cardenal éste cuando dice –en entrevista con la televisión local- que Monsiváis es un intolerante temeroso de la diversidad, que se esconde detrás de la fama de sus letras para promover fundamentalismos y que, sobre todo, quién ha leído jamás a ese tal Monsiváis como para hacerle caso; escritorsucho ese, verdad?, cómo se atreve.
En fin, Sandoval no está para mucho más que no sea defender la fe de sus incultos feligreses. En el camino, sin embargo, no logra otra cosa que exhibir una vez más su enanes intelectual y su docto aire cerril (con perdón de toda la gente inteligente que vive en el campo).
Dejo a continuación, para su consideración, el texto que Monsiváis publicó el día de hoy en El Universal. Seguro que el intento de crítica del cardenal recibirá mucha más difusión, así que no es necesario ensuciar más este blog con sus berridos.


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Carlos Monsiváis
14 de febrero de 2006
Sí existe la ética republicana

En la publicación Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara leí -en la transcripción de Público del 13 de febrero de 2006- una respuesta muy contundente y tal vez sólida a lo que yo no dije en mi discurso en Los Pinos en la entrega de los premios nacionales de Artes y Ciencias. Contesto, no desde luego a nombre del Carlos Monsiváis tan fantasiosamente transcrito, sino del Carlos Monsiváis que leyó (y por una extraña razón escribió primero) el discurso de forma y contenido tan distinto al rebatido con entusiasmo por Semanario .
En el editorial "Fundamentalistas radicales" hay un señalamiento tajante: la defensa del Estado laico ha sido el pretexto para que aparezcan fundamentalistas fanáticos que han caído en la tentación del fundamentalismo como remedio. (Tal vez les faltó decir "y se han fundamentalizado en el camino"). Al Carlos Monsiváis inventado con precipitación se le deja fuera del ring de la Historia con el golpeteo de una cuantas palabras: "Sus ideas son elucubraciones, han sido el principio de un peligro destructivo que le representa a través de su palabra" (negritas de Carlos Monsiváis, que mal que bien conozco desde hace 68 años). Así que las cuartillas del otro CM son "el principio de un peligro destructivo", pues qué mal porque los peligros no son destructivos, las realidades sí. ¿Y qué es lo que dijo mi peligroso homónimo?:
Carlos Monsiváis exige que el secretario de Gobernación (Carlos Abascal) no hable de sus creencias, lo restringe, lo limita; mas, al mismo tiempo, el escritor pretende imponer con la violencia de sus conceptos la propia convicción de su verdad en lugar de proponerla a la libre aceptación de los demás. Él sí tiene la razón; Abascal no, dice.
Véase lo que dijo el secretario Abascal el 29 de enero de 2006 en un seminario de ética:
Es necesario recuperar con absoluta libertad de credos la religión como el espacio que propicie la vinculación, la revinculación del ser humano con su destino trascendente para que le dé sentido a los valores éticos que han de comprometer su existencia diaria.
Perdón por citar, vinculando y revinculando al Carlos Monsiváis del que tengo noticia cotidiana. Este CM afirmó:
Es por lo menos insólito un secretario de Gobernación que apenas toma la palabra instala su púlpito virtual (y no tanto). Como ciudadano y creyente Abascal está en su perfecto derecho de proclamar las ventajas de la fe; como secretario de Estado no, porque no hay tal cosa como un señor que mientras vigila el proceso electoral es laico, y que deja de serlo al menospreciar por completo la estructura ética de la institución en donde devenga salarios y tribunas. Si vuelvo a don Carlos, ¿tiene caso reiterarle lo obvio: el Estado laico se sustenta obligadamente en la ética republicana que, sin negar en lo mínimo el papel de las religiones como espacio de formación de valores, deposita en la educación, y las responsabilidades personales, las leyes, la estructura ética de la sociedad no teocrática? El laicismo respeta todos los credos pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único, muy probablemente para que no se acuse al país de clonar el siglo XVII.
Lamento citarme in extenso (latinajo a caballo de espadas) pero mis palabras, todo lo pobres que se quieran, son mías, y la del fantasmón de los "peligros destructivos" son de Semanario, que las confeccionó. ¿En dónde le niego a don Carlos la emisión de sus creencias, en dónde lo restrinjo y limito? ¿Dónde está la violencia de mis conceptos? (Bueno, a lo mejor radica en invocar a la violenta Constitución de la República). Abascal no tiene la razón y las leyes y el Estado laico sí. Y quizás esto se agrave por un hecho franciscano: Carlos Abascal es secretario de Gobernación.
Por lo demás, en Desde la fe, el semanario de la Arquidiócesis Primado de México (12 de febrero de 2006), el p. Mario Ángel Flores Ramos señala: "Tiene toda la razón (Diego Valadés) el director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; no regresemos a los autoritarismos de antaño...".

II
Es curioso la apropiación o expropiación de términos del pensamiento crítico llevadas a cabo por el sector eclesiástico y los conservadores. No sólo las consignas de sus (infrecuentes) marchas vienen de la izquierda: "El pueblo unido jamás será vencido", sino algunos conceptos clave se trasladan mecánicamente de un campo ideológico a otro: fundamentalismo, diversidad, miedo a la diferencia, empoderamiento. Y a esto lo complementa el manejo de las brumas apocalípticas. (Afirma el Semanario: "Sabemos que el miedo a la diferencia... puede conducir a una verdadera pesadilla de violencia o de terror"). El Carlos Monsiváis que he tratado sostiene desde hace mucho, precisamente por los ataques con frecuencia devastadores de la derecha contra los sectores marginados, la causa de la diversidad. Y ni yo (ni el Carlos Monsiváis que leyó en Los Pinos) entendemos por qué el Semanario pontifica: "Monsiváis no ha aprendido todavía a convivir con la diversidad". Probablemente así actúa el Monsiváis que inventó Semanario, pero el Carlos Monsiváis del discursito no sabe de qué hablan. ¿Qué diversidad representa el secretario de Gobernación al proclamar la ética religiosa como única, rechazando de paso la ética laica a la que está obligado por su función pública? ¿Qué es "lo diverso" en Abascal? ¿Afirmar como ha hecho varias veces que no dijo lo que sí dijo? Esto puede ser amnesia programada pero no diversidad. ¿A qué se refieren entonces? ¿A qué el secretario y yo no compartimos las mismas ideas? Esto es cierto pero nadie -yo menos- le impide profesarlas. Mi insistencia se localiza en otro punto: sí existe tal cosa como la ética republicana, algo que no está dispuesto a aceptar el homogéneo y monolítico Carlos Abascal.
Sin violencia y sin terror adjuntos, una verdadera pesadilla es polemizar con quienes siempre enmiendan sus palabras y las de sus críticas para burlarse de la memoria ajena.

lunes, febrero 06, 2006


lunes, enero 16, 2006