No es que Monsiváis me caiga muy bien o forme parte de mi santoral. Por oposición, prefiero a Paz et.al. y estoy de acuerdo en que tiende a escribir más ocurrencias y puntadas que ideas.
Sin embargo, por contraste, lo que leyó cuando le dieron el Premio Nacional de Artes y Ciencias me parece mucho más razonable que lo que intenta criticar el hombre con faldas más reconocido en el occidente de México (sí, Juan Sandoval Iñiguez).
Entre otros desatinos, da risa escuchar al cardenal éste cuando dice –en entrevista con la televisión local- que Monsiváis es un intolerante temeroso de la diversidad, que se esconde detrás de la fama de sus letras para promover fundamentalismos y que, sobre todo, quién ha leído jamás a ese tal Monsiváis como para hacerle caso; escritorsucho ese, verdad?, cómo se atreve.
En fin, Sandoval no está para mucho más que no sea defender la fe de sus incultos feligreses. En el camino, sin embargo, no logra otra cosa que exhibir una vez más su enanes intelectual y su docto aire cerril (con perdón de toda la gente inteligente que vive en el campo).
Dejo a continuación, para su consideración, el texto que Monsiváis publicó el día de hoy en El Universal. Seguro que el intento de crítica del cardenal recibirá mucha más difusión, así que no es necesario ensuciar más este blog con sus berridos.
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Carlos Monsiváis
14 de febrero de 2006
Sí existe la ética republicana
En la publicación Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara leí -en la transcripción de Público del 13 de febrero de 2006- una respuesta muy contundente y tal vez sólida a lo que yo no dije en mi discurso en Los Pinos en la entrega de los premios nacionales de Artes y Ciencias. Contesto, no desde luego a nombre del Carlos Monsiváis tan fantasiosamente transcrito, sino del Carlos Monsiváis que leyó (y por una extraña razón escribió primero) el discurso de forma y contenido tan distinto al rebatido con entusiasmo por Semanario .
En el editorial "Fundamentalistas radicales" hay un señalamiento tajante: la defensa del Estado laico ha sido el pretexto para que aparezcan fundamentalistas fanáticos que han caído en la tentación del fundamentalismo como remedio. (Tal vez les faltó decir "y se han fundamentalizado en el camino"). Al Carlos Monsiváis inventado con precipitación se le deja fuera del ring de la Historia con el golpeteo de una cuantas palabras: "Sus ideas son elucubraciones, han sido el principio de un peligro destructivo que le representa a través de su palabra" (negritas de Carlos Monsiváis, que mal que bien conozco desde hace 68 años). Así que las cuartillas del otro CM son "el principio de un peligro destructivo", pues qué mal porque los peligros no son destructivos, las realidades sí. ¿Y qué es lo que dijo mi peligroso homónimo?:
Carlos Monsiváis exige que el secretario de Gobernación (Carlos Abascal) no hable de sus creencias, lo restringe, lo limita; mas, al mismo tiempo, el escritor pretende imponer con la violencia de sus conceptos la propia convicción de su verdad en lugar de proponerla a la libre aceptación de los demás. Él sí tiene la razón; Abascal no, dice.
Véase lo que dijo el secretario Abascal el 29 de enero de 2006 en un seminario de ética:
Es necesario recuperar con absoluta libertad de credos la religión como el espacio que propicie la vinculación, la revinculación del ser humano con su destino trascendente para que le dé sentido a los valores éticos que han de comprometer su existencia diaria.
Perdón por citar, vinculando y revinculando al Carlos Monsiváis del que tengo noticia cotidiana. Este CM afirmó:
Es por lo menos insólito un secretario de Gobernación que apenas toma la palabra instala su púlpito virtual (y no tanto). Como ciudadano y creyente Abascal está en su perfecto derecho de proclamar las ventajas de la fe; como secretario de Estado no, porque no hay tal cosa como un señor que mientras vigila el proceso electoral es laico, y que deja de serlo al menospreciar por completo la estructura ética de la institución en donde devenga salarios y tribunas. Si vuelvo a don Carlos, ¿tiene caso reiterarle lo obvio: el Estado laico se sustenta obligadamente en la ética republicana que, sin negar en lo mínimo el papel de las religiones como espacio de formación de valores, deposita en la educación, y las responsabilidades personales, las leyes, la estructura ética de la sociedad no teocrática? El laicismo respeta todos los credos pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único, muy probablemente para que no se acuse al país de clonar el siglo XVII.
Lamento citarme in extenso (latinajo a caballo de espadas) pero mis palabras, todo lo pobres que se quieran, son mías, y la del fantasmón de los "peligros destructivos" son de Semanario, que las confeccionó. ¿En dónde le niego a don Carlos la emisión de sus creencias, en dónde lo restrinjo y limito? ¿Dónde está la violencia de mis conceptos? (Bueno, a lo mejor radica en invocar a la violenta Constitución de la República). Abascal no tiene la razón y las leyes y el Estado laico sí. Y quizás esto se agrave por un hecho franciscano: Carlos Abascal es secretario de Gobernación.
Por lo demás, en Desde la fe, el semanario de la Arquidiócesis Primado de México (12 de febrero de 2006), el p. Mario Ángel Flores Ramos señala: "Tiene toda la razón (Diego Valadés) el director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; no regresemos a los autoritarismos de antaño...".
II
Es curioso la apropiación o expropiación de términos del pensamiento crítico llevadas a cabo por el sector eclesiástico y los conservadores. No sólo las consignas de sus (infrecuentes) marchas vienen de la izquierda: "El pueblo unido jamás será vencido", sino algunos conceptos clave se trasladan mecánicamente de un campo ideológico a otro: fundamentalismo, diversidad, miedo a la diferencia, empoderamiento. Y a esto lo complementa el manejo de las brumas apocalípticas. (Afirma el Semanario: "Sabemos que el miedo a la diferencia... puede conducir a una verdadera pesadilla de violencia o de terror"). El Carlos Monsiváis que he tratado sostiene desde hace mucho, precisamente por los ataques con frecuencia devastadores de la derecha contra los sectores marginados, la causa de la diversidad. Y ni yo (ni el Carlos Monsiváis que leyó en Los Pinos) entendemos por qué el Semanario pontifica: "Monsiváis no ha aprendido todavía a convivir con la diversidad". Probablemente así actúa el Monsiváis que inventó Semanario, pero el Carlos Monsiváis del discursito no sabe de qué hablan. ¿Qué diversidad representa el secretario de Gobernación al proclamar la ética religiosa como única, rechazando de paso la ética laica a la que está obligado por su función pública? ¿Qué es "lo diverso" en Abascal? ¿Afirmar como ha hecho varias veces que no dijo lo que sí dijo? Esto puede ser amnesia programada pero no diversidad. ¿A qué se refieren entonces? ¿A qué el secretario y yo no compartimos las mismas ideas? Esto es cierto pero nadie -yo menos- le impide profesarlas. Mi insistencia se localiza en otro punto: sí existe tal cosa como la ética republicana, algo que no está dispuesto a aceptar el homogéneo y monolítico Carlos Abascal.
Sin violencia y sin terror adjuntos, una verdadera pesadilla es polemizar con quienes siempre enmiendan sus palabras y las de sus críticas para burlarse de la memoria ajena.
Sin embargo, por contraste, lo que leyó cuando le dieron el Premio Nacional de Artes y Ciencias me parece mucho más razonable que lo que intenta criticar el hombre con faldas más reconocido en el occidente de México (sí, Juan Sandoval Iñiguez).
Entre otros desatinos, da risa escuchar al cardenal éste cuando dice –en entrevista con la televisión local- que Monsiváis es un intolerante temeroso de la diversidad, que se esconde detrás de la fama de sus letras para promover fundamentalismos y que, sobre todo, quién ha leído jamás a ese tal Monsiváis como para hacerle caso; escritorsucho ese, verdad?, cómo se atreve.
En fin, Sandoval no está para mucho más que no sea defender la fe de sus incultos feligreses. En el camino, sin embargo, no logra otra cosa que exhibir una vez más su enanes intelectual y su docto aire cerril (con perdón de toda la gente inteligente que vive en el campo).
Dejo a continuación, para su consideración, el texto que Monsiváis publicó el día de hoy en El Universal. Seguro que el intento de crítica del cardenal recibirá mucha más difusión, así que no es necesario ensuciar más este blog con sus berridos.
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Carlos Monsiváis
14 de febrero de 2006
Sí existe la ética republicana
En la publicación Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara leí -en la transcripción de Público del 13 de febrero de 2006- una respuesta muy contundente y tal vez sólida a lo que yo no dije en mi discurso en Los Pinos en la entrega de los premios nacionales de Artes y Ciencias. Contesto, no desde luego a nombre del Carlos Monsiváis tan fantasiosamente transcrito, sino del Carlos Monsiváis que leyó (y por una extraña razón escribió primero) el discurso de forma y contenido tan distinto al rebatido con entusiasmo por Semanario .
En el editorial "Fundamentalistas radicales" hay un señalamiento tajante: la defensa del Estado laico ha sido el pretexto para que aparezcan fundamentalistas fanáticos que han caído en la tentación del fundamentalismo como remedio. (Tal vez les faltó decir "y se han fundamentalizado en el camino"). Al Carlos Monsiváis inventado con precipitación se le deja fuera del ring de la Historia con el golpeteo de una cuantas palabras: "Sus ideas son elucubraciones, han sido el principio de un peligro destructivo que le representa a través de su palabra" (negritas de Carlos Monsiváis, que mal que bien conozco desde hace 68 años). Así que las cuartillas del otro CM son "el principio de un peligro destructivo", pues qué mal porque los peligros no son destructivos, las realidades sí. ¿Y qué es lo que dijo mi peligroso homónimo?:
Carlos Monsiváis exige que el secretario de Gobernación (Carlos Abascal) no hable de sus creencias, lo restringe, lo limita; mas, al mismo tiempo, el escritor pretende imponer con la violencia de sus conceptos la propia convicción de su verdad en lugar de proponerla a la libre aceptación de los demás. Él sí tiene la razón; Abascal no, dice.
Véase lo que dijo el secretario Abascal el 29 de enero de 2006 en un seminario de ética:
Es necesario recuperar con absoluta libertad de credos la religión como el espacio que propicie la vinculación, la revinculación del ser humano con su destino trascendente para que le dé sentido a los valores éticos que han de comprometer su existencia diaria.
Perdón por citar, vinculando y revinculando al Carlos Monsiváis del que tengo noticia cotidiana. Este CM afirmó:
Es por lo menos insólito un secretario de Gobernación que apenas toma la palabra instala su púlpito virtual (y no tanto). Como ciudadano y creyente Abascal está en su perfecto derecho de proclamar las ventajas de la fe; como secretario de Estado no, porque no hay tal cosa como un señor que mientras vigila el proceso electoral es laico, y que deja de serlo al menospreciar por completo la estructura ética de la institución en donde devenga salarios y tribunas. Si vuelvo a don Carlos, ¿tiene caso reiterarle lo obvio: el Estado laico se sustenta obligadamente en la ética republicana que, sin negar en lo mínimo el papel de las religiones como espacio de formación de valores, deposita en la educación, y las responsabilidades personales, las leyes, la estructura ética de la sociedad no teocrática? El laicismo respeta todos los credos pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único, muy probablemente para que no se acuse al país de clonar el siglo XVII.
Lamento citarme in extenso (latinajo a caballo de espadas) pero mis palabras, todo lo pobres que se quieran, son mías, y la del fantasmón de los "peligros destructivos" son de Semanario, que las confeccionó. ¿En dónde le niego a don Carlos la emisión de sus creencias, en dónde lo restrinjo y limito? ¿Dónde está la violencia de mis conceptos? (Bueno, a lo mejor radica en invocar a la violenta Constitución de la República). Abascal no tiene la razón y las leyes y el Estado laico sí. Y quizás esto se agrave por un hecho franciscano: Carlos Abascal es secretario de Gobernación.
Por lo demás, en Desde la fe, el semanario de la Arquidiócesis Primado de México (12 de febrero de 2006), el p. Mario Ángel Flores Ramos señala: "Tiene toda la razón (Diego Valadés) el director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; no regresemos a los autoritarismos de antaño...".
II
Es curioso la apropiación o expropiación de términos del pensamiento crítico llevadas a cabo por el sector eclesiástico y los conservadores. No sólo las consignas de sus (infrecuentes) marchas vienen de la izquierda: "El pueblo unido jamás será vencido", sino algunos conceptos clave se trasladan mecánicamente de un campo ideológico a otro: fundamentalismo, diversidad, miedo a la diferencia, empoderamiento. Y a esto lo complementa el manejo de las brumas apocalípticas. (Afirma el Semanario: "Sabemos que el miedo a la diferencia... puede conducir a una verdadera pesadilla de violencia o de terror"). El Carlos Monsiváis que he tratado sostiene desde hace mucho, precisamente por los ataques con frecuencia devastadores de la derecha contra los sectores marginados, la causa de la diversidad. Y ni yo (ni el Carlos Monsiváis que leyó en Los Pinos) entendemos por qué el Semanario pontifica: "Monsiváis no ha aprendido todavía a convivir con la diversidad". Probablemente así actúa el Monsiváis que inventó Semanario, pero el Carlos Monsiváis del discursito no sabe de qué hablan. ¿Qué diversidad representa el secretario de Gobernación al proclamar la ética religiosa como única, rechazando de paso la ética laica a la que está obligado por su función pública? ¿Qué es "lo diverso" en Abascal? ¿Afirmar como ha hecho varias veces que no dijo lo que sí dijo? Esto puede ser amnesia programada pero no diversidad. ¿A qué se refieren entonces? ¿A qué el secretario y yo no compartimos las mismas ideas? Esto es cierto pero nadie -yo menos- le impide profesarlas. Mi insistencia se localiza en otro punto: sí existe tal cosa como la ética republicana, algo que no está dispuesto a aceptar el homogéneo y monolítico Carlos Abascal.
Sin violencia y sin terror adjuntos, una verdadera pesadilla es polemizar con quienes siempre enmiendan sus palabras y las de sus críticas para burlarse de la memoria ajena.
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