Intenso y homogéneo dolor de hombros. Así es como recordaré al paso del tiempo estos primeros días en la Ciudad de México. El recuerdo será equivalente a un malestar que se extiende al cuello y a la espalda alta, que no deja de incomodar con el paso de las semanas.
Es un dolor conocido. Es el mismo que una vez sentí en el estómago y en las piernas cuando estuve angustiado, tanto en mi infancia como en mi adolescencia; es el que con el tiempo se trasladó al cuello y, alternativamente, a un hombro. Es un dolor que asocio con un comentario hecho por Rafael –que a su vez a mí me relató Rocío-: las mochilas que cargo y a las que introduzco pesos fatigosos son una suerte de penitencia inconscientemente autoimpuesta. Así duele, así desagrada.
Es un dolor conocido. Es el mismo que una vez sentí en el estómago y en las piernas cuando estuve angustiado, tanto en mi infancia como en mi adolescencia; es el que con el tiempo se trasladó al cuello y, alternativamente, a un hombro. Es un dolor que asocio con un comentario hecho por Rafael –que a su vez a mí me relató Rocío-: las mochilas que cargo y a las que introduzco pesos fatigosos son una suerte de penitencia inconscientemente autoimpuesta. Así duele, así desagrada.
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