Reflexiono sobre el tema, metodología, técnicas de análisis y fuentes de datos que podría utilizar en mi tesis. Caray, esta sería la tercera que escribo; cada vez menos profesionistas pueden preciarse de eso, ¿cierto? Con la adopción de nuevas modalidades de titulación de licenciatura que propician la “eficiencia terminal”, son más los “garbanzos de a libra” quienes obtienen el grado y más las personas brillantes que se excusan de demostrar frente a un tribunal su capacidad de pensar, escribir e investigar.
En una conversación con una querida ex compañera de
trabajo, discutía sobre las características deseables de quien debería tomar un
puesto en nuestra oficina. Sostuve con fingida firmeza que uno de los
requisitos indispensables debería ser que hubiera escrito una tesis en cada uno
de sus grados. Una persona que había logrado escribir una tesis –argüí- demostraba,
en teoría, poseer cualidades deseables en términos de casi cualquier relación
laboral y personal: compromiso y sacrificio, dedicación y capacidad de lograr
objetivos de largo plazo, claridad para distinguir fines y los medios que
conducen a éstos. Ni ella, ni las otras personas que nos escuchaban, estuvieron
de acuerdo. Yo tampoco. Al menos hasta cierto punto. En buena medida, los
principios que presenté eran más una forma de convencerme a mí mismo que las
decisiones escolares y laborales que tomé en las últimas dos décadas –más o
menos pertinentes, más o menos equivocadas- no fueron tan malas y tienen
sentido en relación con ciertos principios valiosos.
El caso es que lo que me ocupa más en este proceso de
reflexión no es la lectura de ensayos que tratan el tema que me interesa.
Tampoco la escritura de las ocurrencias que surgen durante el escrutinio de estos
textos ni identificar las preguntas de las encuestas que podrían contribuir a
lograr mis objetivos de investigación. Lo que me distrae más es la dedicatoria.
Escribir la de las dos primeras tesis fue sencillo. Había una mujer que amaba,
admiraba y que me había ayudado de diferentes maneras a realizar las tesis.
Dedicarle mi trabajo fue algo más que un acto de reconocimiento.
En la tesis de licenciatura le escribí esto:
A [ fulana ], quien estuvo presente amorosa e intelectualmente a lo largo del proceso de realización de la tesis. Pensó conmigo el diseño de la investigación, me acompañó durante la estancia de trabajo de campo, leyó el borrador completo e hizo valiosas sugerencias. Podría, sin dificultad, firmar como coautora varios de los capítulos que presento.
Por cosas que no vienen al caso precisar, no publiqué
la dedicatoria de la segunda tesis. Aunque la nostalgia provoca que me den
ganas de transcribir esa dedicatoria “ciega”, no lo haré.
Lo que
sí escribiré, en cambio, es en lo que quiero concentrarme en este momento: algunas
razones por las que pienso por qué podría ser importante este tema de tesis: Clase
media en México, 1992-2012. Estructura de clase y movilidad social
intergeneracional.
El tema de la expansión de la clase media en México tuvo amplia difusión en los medios de comunicación durante el último par de años. Primero, Luis de la Calle y Luis Rubio (2010) publicaron un polémico libro en el que sostenían que nuestro país estaba conformado en 52 por ciento de personas pertenecientes a la clase media. Esta aseveración se refería a 2002 y 2008 y aludía a la estructura de consumo basada en el acceso a determinados bienes. La discusión sobre dicha aseveración alcanzó al presidente de la república de la administración 2006-2012, Felipe Calderón Hinojosa, quien en 2012 pronunció un discurso en el que sostuvo que –en efecto- México estaba convirtiéndose en un país de clase media. Para respaldar su afirmación, el presidente también resaltó el cambio en el patrón de consumo de los mexicanos que, aseveró, representaba una mejora en su calidad de vida. Después, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2013) publicó un estudio en el que, con base en la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) y el uso de técnicas estadísticas de análisis multivariado, construyó tres estratos económicos correspondientes a las clases baja, media y alta. De acuerdo con sus resultados, el 39 por ciento de los mexicanos (42 por ciento de los hogares) pertenecían a la clase media.
De manera paralela, en el ámbito “técnico” y académico, se publicaron estudios que también discutían el tamaño y la expansión de la clase media. Entre los más visibles (por la relación de los autores con instancias multilaterales internacionales), pueden mencionarse los de Cruces, López Calva y Battistón (2011) y Ferreria, Messina, Rigolini, López Calva, Lugo y Vakis (2013). En estos textos los autores analizaron datos de 1992 a 2006 y postularon tesis en el mismo sentido: con base en el punto de vista económico, utilizaron técnicas estadísticas para sostener que, de acuerdo con la estructura de gasto, la clase media creció en México (si bien, con diferencias en la magnitud).
Desde otro punto de vista, Escobar y Pedraza (2010) describieron características de la clase media en México en el contexto de una reflexión que incluía a otros países iberoamericanos (Franco, Hopenhayn y León, 2010); mientras que Banegas, Cortés, Vargas, Yaschine y Yocelevzki (2013) escribieron breves artículos críticos sobre el punto de vista de los economistas mencionados y el INEGI sobre la clase media en México.
Esto es, el tema de la existencia y ampliación de la clase media en México tiene una notoria visibilidad pública (un presidente de la república y un organismo autónomo especializado –el INEGI- se han manifestado al respecto) y una modesta, pero creciente, presencia en la discusión académica. La idea predominante en estos ámbitos es que la clase media aumentó en México.
Rasgos comunes en dichos análisis son los siguientes:
- El predominio del punto de vista económico: los análisis enfatizan la estructura de gasto los hogares e individuos.
- La ausencia de un enfoque analítico sólido: la falta de una perspectiva teórica se refleja en la falta de acuerdo en el contenido de qué es la clase media y –en consecuencia- en la forma de medirla, su tamaño y cambio en el tiempo.
- El abuso de los datos: se privilegia la construcción de clases estadísticas para la definición de clases sociales sin precisar conceptos ni la forma de hacer operativa su medición.
La ausencia de un punto de vista sociológico (énfasis en la posición ocupacional o la situación de mercado[1] para definir las clases sociales) es notoria.[2]
Discutir la tesis del crecimiento de la clase media y analizar el tema desde la sociología es relevante por varias razones. Desde el punto de vista del diseño de política pública, la importancia de asumir como cierta la tesis de que México pasó de ser un país de “clase baja” a uno de “clase media” radica en el énfasis que podría sustraerse a las políticas y programas sociales dirigidos a la superación de la pobreza y la disminución de la desigualdad social. La política social no necesariamente debe circunscribirse a estos últimos rubros, pero sí debería contener una suerte de “núcleo duro” dirigido a éstas en un país como el nuestro en el que 45.5 por ciento de la población se encuentra en situación de pobreza y 19.8 por ciento no es pobre ni vulnerable en 2012, de acuerdo con la medición oficial (CONEVAL, 2013). Por otra parte, uno de los corolarios que se desprenden de la tesis en cuestión es que los rendimientos del modelo de política económica vigente son favorables: si la clase media creció, esto podría deberse en buena medida a la creación de más empleos con mejores prestaciones y remuneraciones.
Es decir, discutir el tema del tamaño y rasgos de la clase media en México es de relevancia pública, pues de la conclusión a la que se llegue (ampliación o no) y del contenido que se le dé a ésta (énfasis circunscrito sólo a la estructura de gasto, por ejemplo) pueden desprenderse decisiones sobre el uso de recursos públicos y el diseño de intervenciones de política pública. Incluir el análisis de clases desde el enfoque y metodologías de la sociología enriquecería las conclusiones, pues podría precisarse el contenido del concepto de clase social al incluir elementos relevantes teóricamente y articulados analíticamente –tales como la posición ocupacional, la situación de mercado y el origen social. Esto posibilitaría disponer de un mejor sustento empírico que hiciera un uso más rico y riguroso de la información proveniente de diferentes fuentes de datos (ENIGH, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo –ENOE-, o las encuestas de movilidad social, entre otras). Lo anterior ayudaría a tomar decisiones de política pública con base en elementos teóricos más amplios y sólidos en términos metodológicos.
Desde el punto de vista académico, el análisis de estratificación y movilidad social que se propone realizar, contribuye a llenar un notorio hueco en el análisis sociológico: el del examen empírico de clases sociales de la sociedad mexicana contemporánea, estructurado con base en las características de la clase media y formulado con base en criterios teóricos y metodológicos propios de la sociología. Por una parte, la tesis contribuiría a sistematizar la discusión existente sobre la noción de clase social desde el punto de vista de la sociología y de la economía, a fin de precisar el contenido del concepto. Esto permitiría, realizar una investigación empírica articulada teórica y metodológicamente, cuyos resultados puedan aportar claridad a la discusión mencionada al inicio de la sección, así como establecer un punto de referencia o “arranque” a la discusión sobre el tema en el país. Pero, por otro lado, también se aportarán elementos para la discusión entre disciplinas (economía y sociología) con referentes analíticos e hipótesis contrastantes entre sí.
En síntesis, la tesis que se propone realizar es relevante tanto en términos públicos como académicos porque, hoy en día, no se ha realizado un análisis comprehensivo de clases sociales para el México contemporáneo que sea riguroso teórica y metodológicamente. Por ello, es pertinente la elaboración de un esquema conceptual sociológico que posibilite llevar a cabo una investigación empírica, sustentado en conceptos relevantes tanto en términos teóricos como empíricos.
[1] La situación de clase –de acuerdo con Weber- alude a estados específicos de provisión e bienes, condiciones de vida y satisfacción subjetiva por parte de individuos. La situación de mercado, por su parte, es un concepto que permite vincular a los individuos con las instituciones que regulan la estratificación social; elementos para definir la situación de mercado son el acceso a la propiedad, el tamaño de la empresa en la que se labora o el tipo de empleador (público o privado). Véase Solís, 2010 y Weber, 1994.
[2] Podría decirse que la excepción la constituye Solís (2010), pues en un texto no centrado en el análisis de la clase media discute un esquema de clases sociales con perspectiva sociológica a partir de la Encuesta de Movilidad Social (EMOVI) 2006 del Centro Espinosa Yglesias. No obstante, es preciso resaltar, el tratamiento del texto no está centrado en el tema de la clase media.