jueves, diciembre 16, 2004

Dice el señor Castorp:
No comprendo que se pueda vivir sin fumar. Sin duda es privarse de una buena parte de la existencia y, en todo caso, de un placer sublime. Cuando despierto, me alegro de pensar que podré fumar durante el día, y cuando como, tengo el mismo pensamiento. Sí, en cierto modo, podría decirse que como para poder luego fumar y creo que no exagero mucho. Un día sin tabaco sería para mí el colmo del aburrimiento, sería un día absolutamente vacío e insípido, y si por la mañana tuviese que decirme “hoy no podré fumar”, creo que o tendría valor para levantarme. Te juro que me quedaría en cama. Mira, cuando se tiene un cigarro que arde bien, uno se halla al abrigo de todo, no puede ocurrirle nada desagradable, así de simple, nada desagradable. Es como tumbarse ala orilla del mar: se está tendido, ¿no es verdad?, no hay necesidad de nada, ni de trabajo ni de distracciones... [...] Puede ocurrir que las cosas vayan mal (supongamos, por ejemplo, que me hallo en un estado lamentable); pues bien, mientras tenga mi cigarro sé que podré soportarlo todo, que me ayudará a vencer las adversidades.

Ahora regreso, voy a la tienda. ¿Algún consejo para aprender a "dar el golpe"?

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