¿Es usted un lector exigente pero tiene poco tiempo para leer? Entonces No estamos para nadie. Escenas de la ciudad y sus delirios de Rafael Pérez Gay es el libro indicado para su pequeños momentos de esparcimiento.
Supongamos que, por el agitado ritmo de vida que lleva, usted precisó cambiar ese cómodo "love seat" de la sala por el retrete; puede leer 20 minutos en la mañana y 20 minutos en la noche. Entonces, debe saber que la extensión de los textos que forman parte de este libro empata felizmente con el tiempo que una persona promedio pasa sentada en un escusado; además, las quejas, bufidos, ocurrencias y evocaciones tocadas en ellos son ideales para hacer más amenos esos momentos que la mayoría precisamos estar en el baño.
No estamos para nadie... podría ser descrito como un conjunto de “ensayos literarios”. En ellos, con la excusa de comentar la vida cotidiana en una colonia buena onda venida a más de la Ciudad de México, Pérez discurre como diletante profesional sobre aspectos variopintos que a veces invitan a sonreír y a veces a soltar la carcajada. La vecina (“cubana de fuego”) que atraviesa semidesnuda reiteradamente por la ventana frente a la suya, los franeleros, "viene-viene" y lavacoches que decidieron quedarse a vivir en el camellón de la avenida frente a su casa (liderados por Timoteo, quien no aparece nombrado en el libro) o la calidad de los servicios que ofrece Luz y Fuerza del Centro son pretextos para evocar momentos de infancia, ofrecer su punto de vista sobre el cambio por el que ha transcurrido la ciudad en al menos los últimos cincuenta años o bien referirse eruditamente a historiadores que en otros siglos documentaron el permanente proceso de construcción-reconstrucción de la capital del país. Todo con una perspectiva quejumbrosa y malhumorada de envidia que termina por agradar hasta al más buena onda.
Leí por primera vez la mayoría de estos ensayos en la sección “Ciudad” de El Universal, donde fueron publicados semanalmente como “Crónicas Neuróticas”. Desafortunadamente, de un par de semanas a la fecha la columna dejó de aparecer cada lunes y ahora lo hace intermitentemente (cuatro semanas no, una sí) cualquier día de la semana. En esta nueva época Pérez ya no aparece como escritor neurótico, sino como uno cuerdo y su espacio es publicado los miércoles en la sección de editoriales; ahí uno tiene la ventura de leer tanto diatribas contra Frida como exaltaciones de Marx (Groucho, por supuesto).
En fin, es cierto que hay ciclos, pero uno desearía iniciar todas las semanas con una perorata bien escrita y poder, meses después, sentarse en el sillón favorito a releerlas pulidas en formato de libro.
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