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Me impresiona mi espontánea y trabajada capacidad para transformar en resentimiento el inmerecido cariño que algunas mujeres valiosas me regalan.
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Coincidencia graciosa entre ellas es su necesidad de elaborar la desazón que les provoco en
sus blogs y redes sociales. Las hay elegantes que aluden con gracia y
discreción, las hay vulgares que transcriben fragmentos de correspondencia.
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Otra coincidencia (ésta más bien ridícula): su afición por buscarse. Gustan hurgar en las redes sociales
de las otras los indicios de quién sabe qué que no son capaces de escuchar, ver o
leer cuando están conmigo.
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