Como
un tasajo vaquero en la Bella Lula. Solo. Es el restaurante chic-popular de
comida oaxaqueña que, en principio, identifico por ella. Es, también, el
establecimiento en Coyoacán al que venimos una tarde de fin de semana
durante esa desagradable fase final de "estira-aprieta". Encuentro morbosamente placentero
estar de esta manera aquí.
Como
solo en un restaurante al que, sin embargo, siento que debería venir
acompañado. Un negocio diseñado para ser visitado en compañía: no cualquier
compañía: la del otro que puede ser el o la compañera sexual… aunque sea sólo
en fantasía, en anhelo o en provocación. Un lugar para comer, compartir el trago,
beber mezcal y “aflojar”.
Como
un tasajo vaquero en la Bella Lula, decía. En los audífonos escucho la
repetición sabatina de La Chora Interminable por Radio UNAM. El humor de Jis y
Trino, pienso, es una de las constantes de “gusto” que me acompañan desde hace
mucho tiempo; diecisiete años o más, tal vez. Me gusta que así sea. Mi favorito
es Jis: disfruto más su trazo, su humor más elaborado y su pronunciada
preferencia por lo erótico y sexual en combinación con elementos “místicos”. Que
arrepentido estoy de haberme deshecho de mi ejemplar de Los Manuscritos del
Fongus, uno de sus primeros libros; ahora lo atesoraría con orgullo y lo
mostraría con entusiasmo a quien se dejara.
Ojeo,
también, “la última entrevista” de Tomás Segovia –a Cristopher Domínguez
Michel. Rápido identifico dos cosas que me agradan: su ensalzamiento de los
cuadernos de notas como literatura, su relación intelectual subordinada con
Octavio Paz y el humor con el que crítica ciertos nacionalismos (“...los que son
españoles de manera tartamuda: España, España, España”).
Afuera,
un marimbero toca La Llorona con destreza. Se me ocurre que tal vez me gustaría
escuchar en vivo a Lila Downs. No es una cantante que me llame la atención por
sí misma: su voz es linda pero no me invita a detenerme para apreciarla como la
de –digamos- Lhasa o Ed Droste (el vocalista de Grizzly Bear), tampoco las
canciones que interpreta son las que más me gustan. Me llama la atención, creo,
por la imposibilidad de escucharla acompañado de ella, a quien sí le resultaba
agradable. Quiero escuchar a Lila Downs en vivo por la nostalgia de (no) estar
con alguien más. Pensar esto me provoca una sensación difusa que, pienso,
podría describirla como de melancolía alegre. Me gusta.
En la
televisión “el derby”: Barcelona contra Real Madrid. Mientras escribo esto, los
catalanes anotan y empatan a un tanto a los madrileños. Debería darme gusto,
pero me resulta más bien indiferente. Cuando era niño, visitaba a mi padre el
fin de semana. Pasaba la noche en el sillón de lo que era una suerte de cuarto
de televisión, frente a una sobria mesa de centro de cristal tras la cual había
una de esas televisiones a las que había que mover la antena para sintonizar
más o menos bien la señal y que –además- requerían girar una esforzada y sonora perilla
para cambiar de canal. Aunque creo que no dormía en él, recuerdo estar recostado
muy cómodo en un sillón de tela verde y rugosa que era surcado por tríos de
rayas verdes y rojas; me gustaba. En mi recuerdo es de mañana. Tan temprano
como para ser el único despierto. En la televisión veo un partido de fútbol: Real
Madrid contra Logroñes. Hugo Sánchez mete un gol que exalta mi entusiasmo,
pero estoy solo. Entonces, mi entusiasmo es sólo social y alrededor hay silencio: no sé qué hacer con mi euforia. El sol
entra agradablemente por la puerta-ventana lateral.
Como
tasajo vaquero en La Bella Lula, decía, mientras pienso que sí, sí disfrutaría
estar con ella aquí. Se me ocurre que podríamos compartir con gusto –al centro-
un plato de gucamole picoso mezclado con un poco chicharrón, chapulines tostados y sazonados con chile seco molido, una tlayuda con asiento que tenga frijoles güeros bien
refritos y mucho queso, plátano macho con frijoles y unas papitas cambray con
un aceite rojizo (tal como las que comen el papá e hijo sentados en la mesa de
al lado) y un mezcal acompañado de una Corona oscura helada mientras conversamos distraída y acompasadamente. El mezcal,
considero, podría ser destilado en olla de barro, tal como el que bebí hace
poco en Bósforo.
Termino mi tasajo vaquero en La Bella Lula. Pido la cuenta. Camino.
Termino mi tasajo vaquero en La Bella Lula. Pido la cuenta. Camino.
2 comentarios:
Recuerdo como no tan vagamente que alguna vez llegué a mi casa a buscar en google la entrevista ésa que mencionas gracias a un sms tuyo. ¿Fue en el 2011?
(ahora ya todos podemos metichear)
¡Ea! Por fin conoceré el vértigo. Linda foto de perfil, por cierto.
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