jueves, abril 21, 2005

...de mañana

Creo que el primer recuerdo que tengo de estar solo es de hace unos veintidós o veintitrés años. Es de mañana y estoy arrodillado en el quicio de la ventana de la sala. Los barrotes de herrería son negros, fríos y polvorientos. La vista es hacia la calle que está vacía, enfrente hay un restaurante de carnes asadas cerrado. No hay nadie en casa. Silencio. Creo que mamá ha dicho que sale un momento y no tarda, pero esos minutos sin ella y sin nadie más se vuelven incómodos. Desespero. Comienzo a llorar y a gritarle. Pienso, infiero, que fue al autobaños que está a dos cuadras de la casa. No quiero que esté más lejos que esa distancia. Grito. Le grito.
*
Miento. Antes, cuando vivíamos en casa de la abuela, también estaba solo. Una imagen clara es recordarme jugando con un soldado de plástico –uno- en la azotea y luego en el patio del segundo piso. El día acaba de amanecer y la mañana transcurre.
*
Por ese tiempo también me recuerdo despierto, tan temprano como para que nadie más lo esté, y caminando solo por el pasillo de la casa de Tapalpa. Al andar me doy cuenta del silencio y voy viendo las cosas –alacenas, refrigerador, mesas, fotografías, adornos, puertas- con extrañeza. Tengo una sensación mórbida, de estar haciendo algo a escondidas, de estar donde no es mi lugar.

1 comentario:

Unknown dijo...

es una soledad tan parecida a la mía, cuando era niña. Silenciosa y helada