Existe una sorprendente y abundante oferta de viviendas nuevas en el sur de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Sin embargo, parece que esta abundancia es proporcional a la poca calidad de las construcciones. Aparentemente, las viviendas están hechas de una manera muy económica: sacrifican calidad y confort, pero conservan precios relativamente bajos. Me imagino que están pensadas para ser habitadas por quienes se ubican en los primeros cinco déciles de la estructura social.
Algunas características de estos fraccionamientos que no me agradan son los espacios minúsculos, que las construcciones no tengan cimientos (en su lugar hay planchas de cemento que abarcan varias casas), el compartir paredes, que éstas sean huecas y estén rellenas de un material que parece ser hielo seco. La imagen con la que asocio lo que digo es la de una “vivienda pop”, “light” o desechable.
En este sentido, encaja perfectamente que el municipio en el que se ubican gran parte de los nuevos fraccionamientos sea Tlajomulco de Zúñiga (como se sabe, éste es uno de los municipios que forman la ZMG junto con Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá, Zapotlanejo y El Salto). Esto lo digo porque me parece peregrinamente posible que los terrenos donde se edifican los fraccionamientos sean comparativamente más baratos en Tlajomulco que en cualquiera de los otros. Las razones pueden ser varias, para no hacer esto más fatigoso de lo necesario enuncio sólo dos: una sería por su relativa lejanía de las áreas de trabajo industrial tradicionales (no así a las maquiladoras instaladas en la última década como Solectron, HP o IBM); otra, por ser áreas poco propicias para construir viviendas.
Lo último es fácil concluirlo luego de saber que en la zona también hay numerosas cementeras o que hay áreas que se inundan fácilmente por ser el lugar donde antes se concentraban flujos pluviales y subterráneos. Además, es preciso considerar que a lo largo de los últimos meses se hicieron publicas denuncias contra la administración municipal anterior por vender grandes extensiones de tierra obviando requisitos y trámites, así como a muy bajo precio. Quienes adquirieron estos terrenos son empresas en las que participa el entonces presidente municipal. Algunos de dichos terrenos, por otro lado, coincidían con el área donde alguna vez hubo una presa. Su mala adecuación provocó que se inundaran en el temporal de lluvias de 2004, los desastres que esto causó fueron documentados ampliamente por los medios de comunicación.
Las vías de acceso tampoco son decentes. En la zona, éstas se asemejan más a una aislada, vieja y descuidada carretera libre que a una calle de ciudad, no se diga a una calzada o boulevard. Las entradas a Tlajomulco y al área de fraccionamientos han sido superadas, avenidas como Mariano Otero y López Mateos –que antes eran de circulación rápida- ahora suelen estar congestionadas y en horas pico el tránsito deviene en un andar a vuelta de rueda.
Por otro lado, el proceso a través del cual se adquiere la vivienda guarda al menos un par de frustraciones para el comprador. Las más evidentes son el tener que enfrentarse con vendedores ineptos y tener casi que regatear o suplicar que le acepten a uno el crédito Infonavit, lo cual –debería estar de más recordarlo- es un derecho de los trabajadores.
Los vendedores no suelen estar enterados de información que les exija mucho más que mal memorizar dimensiones, nombres de tipos de casas, plazos y montos de pagos. El trato que le dan al comprador es el mismo con el que podrían dirigirse a quien está indeciso entre unas enchiladas, sopes o tacos dorados. Si hay algo que tenga que ver con una inversión a tres décadas y que implique un cuarto del ingreso del trabajador hacen como que no lo saben o prefieren ignorarlo, pues seguramente lo único que está en juego para ellos es una comisión.
Asimismo, lo que debería ser un trámite sencillo y rápido se convierte en la incertidumbre de encontrar un fraccionamiento que acepte al cien por ciento el crédito que otorga Infonavit. Que además sea bonito ya será cuestión de suerte. Las razones que los vendedores aducen para no aceptar los créditos suenan a pretexto o a ese tipo de mentira en el que quien la dice sabe que es poco creíble y quien la escucha sabe que le mienten pero hace como que cree. Si el Instituto no tiene dinero o tarda hasta año y medio en otorgarlo no lo sabemos, pero nos quedamos con la sensación de que algo no es como debería.
Los precios, parecería, son lo mejor de todo. Claro, eso si se les ve como Crusoes: aislados y sin relación con los otros elementos inherentes al proceso de adquisición de vivienda.
Es pues un error suponer que una oferta abundante y el derecho de acceder a un crédito están relacionados con la fácil adquisición de una vivienda.
1 comentario:
Coincidencia con ciudad juarez, muchas viviendas en oferta y las contructoras continúan su trabajo.
Espero que éste año, sean ya ocupadas las primeras de las muchas viviends solsas.
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