martes, abril 14, 2009

Caídas

Soy torpe. Sí, torpe.
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Me he caído dos veces en las últimas veinticuatro horas. La segunda ocasión fue con algún riesgo, por un momento temí ser atropellado por un microbús de los que cobran tres pesos. Me impresiona la velocidad y densidad del instante: apenas si me dí cuenta de lo que sucedía. Entre el pensar “subirme al ‘micro’ antes de que se vaya” y el preocuparme por a dónde fueron a dar mis lentes no tuve tiempo de intentar caer de manera menos dolorosa, como me habría gustado. ¿Me pegué en la cabeza?
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Escuché, pero hasta después me dí cuenta, que dos mujeres sentadas sobre cubetas colocadas boca abajo a un costado de un puesto informal de frituras le gritaron estridente y agresivamente al chofer, que éste redujo la velocidad y luego paró durante unos segundos, que la gente que subía por el puente se detuvo para ver qué sucedía y que una persona que ofrecía dulces a cambio de dinero para rehabilitar adictos se acercó con cara incierta para preguntarme si estaba bien.
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¿Fue grave o sólo aparatoso? Sé que temí ser atropellado, pero no en qué momento lo pensé ni en cuál sopesé que era mejor que el “micro” pasara sobre mis piernas que sobre el tórax.
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Me pregunto en qué medida pude haber provocado estas caídas yo mismo. A primera vista ambas fueron claros accidentes; sin embargo, desde hace tiempo tengo la cada vez menos difusa sensación de querer que me pongan una buena madriza, pero hasta ahora no he logrado que nadie me la ponga. ¿Por qué siento que quiero caer? ¿Por qué permanece esta “idea” de que merezco caer, pero, sobre todo, ser lastimado? ¿Fueron descuidos intencionados?
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Caer para arriba. Recuerdo ahora a Altazor y San Juan de la Cruz.

2 comentarios:

Unknown dijo...

XVII

Se me ha olvidado mi orfandad un lunes por la noche
y en el pecho no hay golpes sino latidos

Es lunes y pienso en mis piernas tan fuertes
en mis brazos algo flácidos
en mi abdomen lleno de ira

Es lunes y soy capaz de empujar alguna piedra
alguna hoja
algún soplido de viento

Y pienso en mi cabeza tan pesada
en mi corazón tan corazón y tan poco músculo
y quizás ya no es lunes
y los sueños sólo nos recuerdan que el dolor es parte de las piernas

Se me han olvidado mis hijas y es martes por la mañana
pero vuelven convertidas en doce,
luego en quince
luego en sal

Nadie nunca ha visto lo que una lágrima borra de los ojos
Por más veces que he nacido
por más veces que me he hecho renacer
sigo pensando que el camino no es mi camino
porque no hay frío suficiente que elimine el vacío que dejan las hojas cuando caen
ni escarcha sobre la que las lágrimas al fin parezcan tontas

Quizás ya es miércoles
quizás no hace frío
quizás no importa

Las cosas no se olvidan para siempre,
sólo se olvidan.


(De algún poemario olvidado escrito entre 2006 y 2007)

Anónimo dijo...

Cuesta abajo
Letra: Alfredo Le Pera
Música: Carlos Gardel

Si arrastré por este mundo
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser,
bajo el ala del sombrero
cuántas veces embozada
una lagrima asomada
yo no pude contener.

Si crucé por los caminos
como un paria que el destino
se empeñó en deshacer;
si fui flojo, si fui ciego,
sólo quiero que comprendan
el valor que representa
el coraje de querer.

Era para mí la vida entera,
como un sol de primavera,
mi esperanza y mi pasión.
Sabía que en el mundo no cabía
toda la humilde alegría
de mi pobre corazón.
Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
las ilusiones pasadas
ya no las puedo arrancar.
Sueño con el pasado que añoro,
el tiempo viejo que lloro
y que nunca volverá...

Por seguir tras de sus huellas
yo bebí incansablemente
en mi copa de dolor;
pero nadie comprendía
que si todo yo lo daba,
en cada vuelta dejaba
pedazos de corazón...

Ahora, triste en la pendiente,
solitario y ya vencido,
yo me quiero confesar;
si aquella boca mentía
el amor que me ofrecía
por aquellos ojos brujos
yo habría dado siempre más...