Hasta ahora, este es el mejor comentario que he leído sobre las elecciones de dirigencia nacional del PAN. Es claro, neutro, tiene una perspectiva histórica y establece una cartografía práctica. Además, hay que resaltarlo, está escrito por alguien que no es "politólogo"; es decir, que no se acerca al farragoso prototipo de estilo de Silva-Jerzog-Márquez ni provoca el sopor de Reyes-Heroles o confunde como lo hace Sánchez Susarrey.
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Alberto Aziz Nassif
Diario El Universal
22 de marzo de 2005
PAN, una derecha pragmática
HACE 12 años, el PAN estaba por renovar su dirigencia nacional porque terminaba el periodo de Luis H. Álvarez y el gobierno salinista se encontraba en la cima de su poder. Ese momento fue importante porque marcó la última etapa de un ciclo que hoy parece haber concluido: terminó el partido opositor de la lucha democrática y empezó de lleno la administración pragmática del poder.
En 1993, el panismo se podía analizar desde cuatro factores: primero la alianza y/o colaboración con el gobierno que le permitió integrarse y dejar atrás la línea de radicalización, esa que lo llevó a marginarse de la vida política con altos costos, como en 1976 cuando no presentó candidato a la Presidencia de la República. Segundo, la novedad de empezar a ser un contrapeso por sus primeros triunfos en las gubernaturas. Tercero, la discusión sobre el gradualismo, que llevó al panismo a optar por una perspectiva de cambios lentos, prefería un mal arreglo a un buen pleito. Cuarto, la definición de su identidad como partido, ya que por primera vez dejaba de ser oposición en algunos estados y se convertía en gobierno. Hace 12 años, la elección la ganó Carlos Castillo Peraza, el último intelectual del partido, al vencer a Rodolfo Elizondo, uno de los entonces llamados "neopanistas" o Bárbaros del Norte.
Hoy, estos cuatro factores tienen un perfil muy diferente. El PAN es el partido en el gobierno, a pesar de que todavía no acabe de sentirse cómodo con esa condición. Durante el salinismo, el PAN jugó un papel de colaborador para hacer varias reformas constitucionales, como la relación entre el Estado y las iglesias, un nuevo régimen de propiedad en el campo, la apertura de las fronteras económicas, el adelgazamiento del sector público, y el Tratado de Libre Comercio. Ahora el gobierno panista de Vicente Fox se topó con una resistencia sistemática para hacer lo que podría haber sido la segunda generación de reformas estructurales. Esta es una diferencia que va más lejos de las pocas habilidades negociadoras del actual gobierno o de los costos de aprendizaje. Tiene que ver con un cálculo priísta de regreso al poder y una estrategia de bloqueo sistemático. También se trata de un problema de identidad, porque mientras que las reformas salinistas eran compatibles con la agenda histórica del panismo, las propuestas de Fox no se sabe si embonan con el PRI, porque no hay un partido tricolor definido, de cuál PRI se trata, el del nacionalismo revolucionario, que hoy está mucho más dentro del campo estratégico del PRD, o se trata de una lucha aparente en contra de los llamados "tecnócratas neoliberales".
El factor del contrapeso ha variado de forma radical, porque ahora el país está lleno de contrapesos por la división de poderes, la normalización de las alternancias y la alta competitividad electoral. Hoy en día, el PAN tiene que esforzarse por encontrar nuevas formas de gobierno y parece que hasta la fecha no ha tenido mucho éxito en la tarea. Existe una amplia percepción de que el PAN en el gobierno se comporta como lo hacía el PRI. Sin embargo, también resulta visible que ha habido importantes cambios en el clima político, sobre todo en el ámbito de las libertades que hoy existen.
Los liderazgos panistas han cambiado de perfil. Existe un balance entre los líderes gobernantes del panismo, que llegaron en su mayoría del medio empresarial, y los líderes doctrinarios o tradicionalistas. En 1993, los empresarios eran todavía un actor estigmatizado a diferencia del prestigio con el que cuentan hoy en día. En 1996, la pelea se volvió a repetir entre los dos grupos y volvió a ganar el ala tradicional con Felipe Calderón, frente a Ernesto Ruffo, el primer gobernador panista en Baja California.
Había una suerte de división del trabajo, la administración del partido para los tradicionalistas y las posiciones de gobierno para los neopanistas.
Con la llegada de Vicente Fox, el factor de la gradualidad panista se rompió, este personaje rompió los ritmos y tiempos de ese partido y del sector tradicional. Es posible que sin Fox el PAN tradicional todavía estaría calculando cómo avanzar de forma gradual al poder y el PRI seguiría en la Presidencia. Con el triunfo en el año 2000 se modificó el balance entre neopanistas y doctrinarios, entró una nueva vertiente sin un perfil muy claro, pero con la tarea de manejar un aparato partidista más complejo. Bravo Mena venía del sector empresarial, pero tenía ligas con otros organismos ubicados en el sector de una derecha más radical, como el DHIAC. El paraguas del foxismo sirvió para albergar a dos nuevos inquilinos en el panismo, un pragmatismo burocrático y los grupos identificados con una derecha más oscura y secreta, como la del famoso Yunque. Manuel Espino es producto de ambos. Espino representa a la burocracia partidista, no es "neopanista" ni tampoco del sector tradicional; desde la secretaria incidió en la conformación de los consejeros. Fue mejor operador que Carlos Medina, porque ya no basta con tener nombre y prestigio, ahora es necesario ser, ante todo, un buen operador. Con la elección de Manuel Espino se fortalecen ciertos grupos que no tienen que ver con los dos sectores que habían dominado el partido desde finales los años 80, los neopanistas y los doctrinarios, que ahora han sido desplazados como grupos dominantes.
La identidad del panismo se ha modificado de forma importante, porque detrás del discurso de valores y doctrinas fundadoras se despliega una lucha interna y externa por el poder. El juego panista es hoy más complejo porque se trata de conservar el poder de la Presidencia sin perder el partido. La semana pasada vimos cómo la renuncia de Tatiana Clouthier abrió una crisis que se profundizó con las descalificaciones de Luis H. Álvarez. Sin embargo, se logró hacer una rápida operación cicatriz que detuvo el pleito. Al final de día, el PAN de 2005 se parece poco al de 1993, lo domina el pragmatismo, lo gobierna una burocracia y está más a la derecha, es un partido gobernante.
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Alberto Aziz Nassif
Diario El Universal
22 de marzo de 2005
PAN, una derecha pragmática
HACE 12 años, el PAN estaba por renovar su dirigencia nacional porque terminaba el periodo de Luis H. Álvarez y el gobierno salinista se encontraba en la cima de su poder. Ese momento fue importante porque marcó la última etapa de un ciclo que hoy parece haber concluido: terminó el partido opositor de la lucha democrática y empezó de lleno la administración pragmática del poder.
En 1993, el panismo se podía analizar desde cuatro factores: primero la alianza y/o colaboración con el gobierno que le permitió integrarse y dejar atrás la línea de radicalización, esa que lo llevó a marginarse de la vida política con altos costos, como en 1976 cuando no presentó candidato a la Presidencia de la República. Segundo, la novedad de empezar a ser un contrapeso por sus primeros triunfos en las gubernaturas. Tercero, la discusión sobre el gradualismo, que llevó al panismo a optar por una perspectiva de cambios lentos, prefería un mal arreglo a un buen pleito. Cuarto, la definición de su identidad como partido, ya que por primera vez dejaba de ser oposición en algunos estados y se convertía en gobierno. Hace 12 años, la elección la ganó Carlos Castillo Peraza, el último intelectual del partido, al vencer a Rodolfo Elizondo, uno de los entonces llamados "neopanistas" o Bárbaros del Norte.
Hoy, estos cuatro factores tienen un perfil muy diferente. El PAN es el partido en el gobierno, a pesar de que todavía no acabe de sentirse cómodo con esa condición. Durante el salinismo, el PAN jugó un papel de colaborador para hacer varias reformas constitucionales, como la relación entre el Estado y las iglesias, un nuevo régimen de propiedad en el campo, la apertura de las fronteras económicas, el adelgazamiento del sector público, y el Tratado de Libre Comercio. Ahora el gobierno panista de Vicente Fox se topó con una resistencia sistemática para hacer lo que podría haber sido la segunda generación de reformas estructurales. Esta es una diferencia que va más lejos de las pocas habilidades negociadoras del actual gobierno o de los costos de aprendizaje. Tiene que ver con un cálculo priísta de regreso al poder y una estrategia de bloqueo sistemático. También se trata de un problema de identidad, porque mientras que las reformas salinistas eran compatibles con la agenda histórica del panismo, las propuestas de Fox no se sabe si embonan con el PRI, porque no hay un partido tricolor definido, de cuál PRI se trata, el del nacionalismo revolucionario, que hoy está mucho más dentro del campo estratégico del PRD, o se trata de una lucha aparente en contra de los llamados "tecnócratas neoliberales".
El factor del contrapeso ha variado de forma radical, porque ahora el país está lleno de contrapesos por la división de poderes, la normalización de las alternancias y la alta competitividad electoral. Hoy en día, el PAN tiene que esforzarse por encontrar nuevas formas de gobierno y parece que hasta la fecha no ha tenido mucho éxito en la tarea. Existe una amplia percepción de que el PAN en el gobierno se comporta como lo hacía el PRI. Sin embargo, también resulta visible que ha habido importantes cambios en el clima político, sobre todo en el ámbito de las libertades que hoy existen.
Los liderazgos panistas han cambiado de perfil. Existe un balance entre los líderes gobernantes del panismo, que llegaron en su mayoría del medio empresarial, y los líderes doctrinarios o tradicionalistas. En 1993, los empresarios eran todavía un actor estigmatizado a diferencia del prestigio con el que cuentan hoy en día. En 1996, la pelea se volvió a repetir entre los dos grupos y volvió a ganar el ala tradicional con Felipe Calderón, frente a Ernesto Ruffo, el primer gobernador panista en Baja California.
Había una suerte de división del trabajo, la administración del partido para los tradicionalistas y las posiciones de gobierno para los neopanistas.
Con la llegada de Vicente Fox, el factor de la gradualidad panista se rompió, este personaje rompió los ritmos y tiempos de ese partido y del sector tradicional. Es posible que sin Fox el PAN tradicional todavía estaría calculando cómo avanzar de forma gradual al poder y el PRI seguiría en la Presidencia. Con el triunfo en el año 2000 se modificó el balance entre neopanistas y doctrinarios, entró una nueva vertiente sin un perfil muy claro, pero con la tarea de manejar un aparato partidista más complejo. Bravo Mena venía del sector empresarial, pero tenía ligas con otros organismos ubicados en el sector de una derecha más radical, como el DHIAC. El paraguas del foxismo sirvió para albergar a dos nuevos inquilinos en el panismo, un pragmatismo burocrático y los grupos identificados con una derecha más oscura y secreta, como la del famoso Yunque. Manuel Espino es producto de ambos. Espino representa a la burocracia partidista, no es "neopanista" ni tampoco del sector tradicional; desde la secretaria incidió en la conformación de los consejeros. Fue mejor operador que Carlos Medina, porque ya no basta con tener nombre y prestigio, ahora es necesario ser, ante todo, un buen operador. Con la elección de Manuel Espino se fortalecen ciertos grupos que no tienen que ver con los dos sectores que habían dominado el partido desde finales los años 80, los neopanistas y los doctrinarios, que ahora han sido desplazados como grupos dominantes.
La identidad del panismo se ha modificado de forma importante, porque detrás del discurso de valores y doctrinas fundadoras se despliega una lucha interna y externa por el poder. El juego panista es hoy más complejo porque se trata de conservar el poder de la Presidencia sin perder el partido. La semana pasada vimos cómo la renuncia de Tatiana Clouthier abrió una crisis que se profundizó con las descalificaciones de Luis H. Álvarez. Sin embargo, se logró hacer una rápida operación cicatriz que detuvo el pleito. Al final de día, el PAN de 2005 se parece poco al de 1993, lo domina el pragmatismo, lo gobierna una burocracia y está más a la derecha, es un partido gobernante.
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